Audio-02-"Pensando en claro"

Audio-02-

"Pensando en claro"

PENSANDO EN CLARO


      La filosofía de “pensar en blanco” no es no pensar, sino, como se hace hincapié en la introducción, es ir despejando la mente (eso tan impreciso, hasta el punto que desconocemos su alcance) de cualquier intrusismo no deseado.

      El pensamiento en blanco, atributo de la mente, es el hábito de generar plasticidad, flexibilidad, huyendo de encorsetamientos, prejuicios, tozudez, dogmatismos, engreimiento, vanidad, fanatismo… para encontrarse con la tolerancia, empatía, respeto, consideración, humildad, deferencia, amabilidad… Porque la “realidad” a igual que la “verdad” es escurridiza, multidimensional y poliédrica. Por ello, todo, alejándose de delirios, obcecación, intransigencia, intolerancia es cuestionable, discutible, opinable.

      En este particular resaltar que cuanto aquí se exponga no deja de ser una opinión, sometida a interpretación, quizás exageración, generalización, descontextualización… Es evitar entrar en discusión, porque la mayoría de las veces no se va en busca de verdades, sino de tener razón. Pensar en negro da pie a muchas connotaciones "negativas", porque consideramos que es ausencia de luz. Por ello la insistencia de “pensar en blanco”, como invitación a pensar en todos los colores a la vez, como alegoría a la aceptación del blanco, suma de todo el espectro, aunque sepamos que no hay blanco sin negro.

      Se cuenta que hubo una vez un arquero, que aspiraba a ser el mejor. Había oído hablar de un viejo arquero, considerado en su tiempo como lo más excelso. Sin dudarlo se fue en su busca para aprender de su incuestionable sabiduría. Al encontrarle le expuso al maestro su pretensión. El ya anciano le propuso al aspirante que hiciera una demostración con un buen tiro, como así hizo. Su supuesto mentor no afirmó ni negó, ladeo la cabeza en un suave vaivén. Los días se fueron sucediendo con la misma rutina: se presentaba el maestro y solicitaba un disparo, que solía ser una excelente muestra de dominio del arco, pero ni aprobaba ni lo contrario, sólo un vaivén de cabeza para indicar que estaba bien, pero… Al cabo de unos cuantos días el joven arquero, un tanto desanimado, se presentó al maestro para despedirse, alegando que no estaba avanzando, porque no recibía, a su criterio, las directrices pertinentes. Éste le solicitó un último disparo, que sin pretensión y con cierta desgana ejecutó con tino y precisión como tantas otras veces. El maestro le alabó al concluir con un: “Ahora sí. Sin tensión”. El aprendiz, como en cascada llegó a comprender lo que suponía el desapego de la intención. Nada era absoluto, la creencia encasillaba como bueno o malo, suerte o desgracia, fortuna o infortunio, éxito o fracaso, porque la mayor parte de las veces eran comparación con una fútil expectativa. Lejos de toda pretensión radica la “no tensión”. Sin arrogancia, vanidad, engreimiento, beneplácito, aplauso, reconocimiento… No necesitaba demostrar nada. Eso en esencia era… la excelencia.


“El mundo que ve la mayor parte de las personas

no es el mundo de la Realidad,

sino un mundo creado por sus mentes.”

Anthony de Mello


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