Refl.-41-/-45-

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“Nadie es lo suficientemente pequeño o pobre
 para ser ignorado.”
 Henry Miller


      De pequeño disfrutaba volando su cometa; de mayor ayudaba a los demás a redescubrirse.
      En su mente de adulto contrastaba cómo de pequeño su intuición le llevaba a conseguir todas las piruetas y  acrobacias imaginables de una limitada birlocha. De adulto rememoraba cada gesto, cada estrategia de vuelo, haciéndose consciente de su propia dimensión hacia el aprendizaje: el suyo y el que ofertaba a otros.
Comunicarse era como hacer volar la cometa: si sabía esperar y reconocer el buen viento, se elevaba con rapidez, soltándole hilo. Si manipulaba la cuerda con brusquedad, sin dejarle alternativas, la observaba cabecear, perder el control y arremeter contra el suelo en cuestión de segundos.
      Cada ascenso seguía una estrategia sencilla, se hacía sin pensar, sólo sentir. Satisfacción de resultados precisos. Los recuerdos le habían legado que la clave era dejarse llevar por la intuición, por el viento... soltar hilo, recogerlo...sujetar, dejar ir... Si el cordel se soltaba con demasiada rapidez, más de lo que la propia tensión de viento requería, perdía el impulso, el ritmo y se desplomaba. Soltar suavemente, al compás, con mesura era garantía para que el viento la empujara, soltara; cambiaba de dirección, tensando, buscando nuevas orientaciones. Los pequeños estirones para soltar o recoger debían ser armoniosos, formaban parte de un proceso delicado, sutil. Resultaba el equilibrio como una danza entre la música del deseo y la fascinación del vuelo.
      Conseguir el ritmo preciso y la gracia era seguir una inspiración... un reto hacia nuevos descubrimientos, hacia la creatividad. “El Ritmo era la compensación.”

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“Si quieres un año de prosperidad
 cultiva cereales.
 Pero si lo que quieres
 son diez años de bonanza,
cultiva a hombres y mujeres.”
 Yamamoto


      Cuentan que en un curso sobre agricultura, preguntaron a un viejo labrador qué le parecía más a propósito (abono, clase de tierra...) para cierta clase de cultivo.
      -No importa tanto el pedazo de tierra, como el pedazo de hombre - contestó.
      Reconocía la formación labrada con sentido común que era un arte y el formador un artesano. Al trabajar su tierra no pensaba en hacerle daño. Buscaba las raíces, porque la planta que no las tenía fuertes y sanas moría. Entendía que no podía pedirle peras al olmo, ni a un peral en flor. Miraba a la Naturaleza, para continuar aprendiendo, como Uno. Había aprendido que forzarla a servir a sus propósitos era perturbarla; fluir con la Ley era poner la naturaleza en sus manos. Cuando un árbol caía, desaparecía su sombra. Sabía que no había más ley que la Naturaleza; conociéndola y aceptándola no esparcía el desorden y bebía de la armonía. Toda su filosofía de Vida era auparse en la sencillez, se consideraba agricultor de la vida. Llegando a comprender que una simple hoja ante los ojos impedía ver la montaña más alta. Quería, podía, era agricultor de sí mismo.

“Convertid un árbol en leña
y podrá arder para vosotros,
pero ya no producirá
flores ni frutos.”
R. Tagore


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“Si afrontas el afán de cada día,
 la satisfacción será tu compañía.”
 A. Roldán

      Analizaba las muchas veces que se había dejado arrastrar  por el espejismo inculcado del “el día de mañana”: “Si te esfuerzas, el día de mañana podrás... serás...”, “si quieres tener éxito y ser una persona de provecho el día de mañana, deberías...”, “el día de mañana encontrarás mucha competencia, por eso tendrías que...”, “tus padres estarán contentos cuando el día de mañana...”
      También recordaba cómo un día, cuando la providencia entendió que era el momento de avanzar, instintivamente, estando en la biblioteca, sintió la premura de leer algo, cogió un libro sin mayor interés, al abrirlo sus ojos se clavaron en una frase que supuso subir un escalón en la consciencia: “El buscar el éxito es como el intento de agarrar un puñado de agua; cuanto más se le aprieta, más escapa.”
      El despertar de su intuición le llevó de la mano a meditar el por qué aquella frase, por qué en aquel momento. Rubricando sus dudas su guía le hizo recordar una frase de Kafka: “Empieza alguna vez a ver quien eres en vez de calcular qué serás.” No le cupo duda de que era el momento de revisar su objetivo en la vida, de las perspectivas de presente y de cómo había vivido su pasado. Aceptó que cada día era el primero para sentir satisfacción, por sus dudas, sus logros y por su deseo de ser consciente de cada instante. Sus alumnos y él mismo merecían un voto de confianza a conectar con el poder del presente.

“En la juventud aprendemos.
En la madurez entendemos.
En la vejez comprendemos.”

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“La dificultad con que nos encontramos
 para alcanzar nuestra meta
 es el sendero más corto
 para llegar a ella.”
Khalil Gibran


      “Me siento demasiado encajonado...”, decía. La compañera con la que comentaba le ofreció otra visión: “Cuentan de un pequeño canario que había vivido siempre en cautividad. Un día se acercó un jilguero a la jaula y aprovechando que su puerta estaba abierta le invitó a salir.
      -Podremos volar, te enseñaré múltiples paisajes y los deleites de mil alimentos... - le dijo.
      -Ya vuelo aquí, como siempre he hecho y también veo cosas y me deleito con una docena de variados alimentos.
      -¿Y volar libremente, hasta fundirte con el viento? ¿Qué me dices de elevarte en el cielo...  sentir la libertad en tu pico, un aliento en tus alas y la brisa en tu pensamiento...? ¿Elegir paisajes?
      -Aquí tengo cuanto necesito... también mi destino.
      -Tus limitaciones cantan al unísono con tu falta de fe y la resignación te impide volar...
      El canario, ya no tanto por la insistencia del jilguero, como por el cosquilleo en sus alas, invitándole a desplegarlas... se atrevió... y aunque la expectativa de futuro era incierta, comenzó a intuir y a ser consciente de lo que significaba la determinación.... En la proyección hacia su esencia cantó a la libertad, aunque nunca se sintió preso... y le vino, anticipadamente, a su pequeña mente, un mensaje: “Aunque tu percepción sientas limitada, el universo es infinito.”
      En un intento por salir de su jaula, interiorizando el mensaje, comenzó a sentir la añoranza hacia una oportunidad, hacia un cambio interior.

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“Todo conocimiento
 es una respuesta
 a una pregunta.”
Gaston Bachelard

      El peregrino, que dormitaba dentro de sí, un día tuvo un sueño: Se veía plantando un arbolito, para que una vez grande diera buen y abundante fruto. Cerraba los ojos para imaginarlo grande y esbelto, colmado de fruta. Y contempló un recio tronco, suponiendo que sostenido por unas fuertes raíces... Al mirar las ramas no podía identificar las hojas y tampoco ningún fruto. Era verdad que en su sueño no había ansiedad por uno determinado. Se dio la vuelta contrariada y al volverse, tratando de asegurarse de lo visto, observó escondidos algunos frutos. Se encaramó para coger uno y aunque no identificado quiso probarlo. Su sabor fuertemente áspero le hizo desistir de dar un favorable dictamen. Cogió otro y el resultado no fue más alentador; tenía buena presencia, pero resultó vacío... El tercer intento le llevó a imaginarse cómo quería que resultara, cerró los ojos y una respuesta de conocimiento le indicó que si lo abría no le gustaría, pero podría mantenerlo intacto, imaginando mil sabores y texturas en su boca.
      Un desasosiego no identificado, que provenía de su corazón, le despertó con intranquilidad... ¿qué árbol había plantado? ¿por qué el fruto se le resistía?
      Abrió la ventana para respirar el aire fresco de la noche y no pudo menos que mirar al cielo, queriendo encontrar una respuesta. Una estrella fugaz se cruzó entre las constelaciones e instantáneamente formuló un deseo, porque sabía que su labor no había sido en vano y que las luciérnagas podían compartir la noche con las estrellas.
      Generación de ideales.

(Extraidos del Libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)

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