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“Las enfermedades llegan al hombre por el alma
y a través de sus pensamientos.”
Angel Escudero
─Una vez la Esencia del Yo y el Nosotros mantuvieron una viva conversación ─le incita Esfinge─. Esencia tratando de dejar constancia de que “acierto” y “error” forman un círculo y es difícil saber dónde empieza uno y acaba el otro, buscando la individualidad. El diálogo fue de la siguiente manera:
“─Déjate llevar ─incidía Esencia.
─En cada acto pretendo ser yo ─decía “Yo”.
─Soy tu esencia. Somos Uno.
─Quiero beber de mis decisiones.
─A las cuales no me opongo ─insistía Esencia.
─Deseo poder saborear el destino.
─La armonía sagrada nos une.
─Estoy ocupado, no puedo responderte.
─Sigue tu intuición. Que el deseo de vivir no te haga olvidar el objeto de la Vida.
─Procuraré no culparte, si me desvió de tus consejos.
─Si crees en tu camino precederás tus huellas.
─Observaré las huellas sin andar de espaldas.”
Esencia dejó que Yo trascendiera su camino.
Amuyuni escucha en silencio. Intenta digerir las palabras. Instantes después vuelve sobre sus pasos indagando sobre el acertijo.
Esfinge sondea el recorrido de los pensamientos de Amuyuni: “Lamentarse y buscar culpables”. No puede menos que incidir sobre la responsabilidad y la culpa. Alguien decía que el temor y la culpa eran los dos principales causantes del deterioro en la salud.
─La culpa es atribuirle la responsabilidad a algo o alguien ─ratifica Esfinge─. “Cuando veáis un hombre desprovisto de virtud, examinaos vosotros mismos”, decía Confucio. Culpar es atribuir el pecado y lavarnos las manos. Ver soluciones y no culpables, es una forma de abrir la mente, porque es evitar ver la paja en el ojo ajeno… porque…
Esfinge se detiene, prefiere evitar caer en sentencias y guarda un prudente silencio, dejando que las semillas del conocimiento obtengan su tiempo.
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Lo que me preocupa
no son las cosas en sí mismas,
sino las opiniones
que tenemos de las cosas.”
Epicteto
─La razón esgrime argumentos que rayan en la locura ─apunta Amuyuni tratando de retomar el sutil hilo de una argumentación─. Recuerdo una anécdota que me contaron: Una mañana, en medio de una lluvia torrencial, el novio, que vivía en un pueblo vecino, llegó a casa de su novia en bicicleta, completamente empapado, para comunicarle, muy a su pesar, que esa misma tarde, como era costumbre cada día, no podría acudir a su cita, porque estaba lloviendo a mares.
Amuyuni se reserva una pausa necesaria para recapacitar. ¿Qué había de lógica en el comportamiento del novio? A veces las prioridades abren la consciencia a considerar locura, lo que es simplemente lógica… contradictoria… oculta. ‘Bienaventurado aquel que, bebiendo de su inconsciencia, hace de su comportamiento un reto a la coherencia’, se dice. ‘Quizás puede parecer exento de cordura aquel que va en busca del caballo sobre el que va montado… cuando puede que sólo sea… ¿un despiste?’, añade después de unos instantes de ensimismamiento. ‘¿Dónde se establece la frontera entre la consciencia y su ausencia?’ incide nuevamente tratando de buscar la esencia de sus pensamientos.
Esfinge ronda sus cavilaciones. La razón intenta buscar motivos; la percepción de ellos es humo. Hace un pequeño amago de silencio. El tiempo se detiene. Ella misma fue testigo de un tiempo cuando Anubis cedió su protagonismo al ser esculpida su cabeza, suplantada por una humana. Quizás la causalidad intentaba ofrecer un nuevo mensaje, otra manera de pensar, un nuevo espíritu.
Amuyuni estira del hilo de la madeja enredada. Parece que ha visto el nudo que sujeta la trama que urde Esfinge. Hace un esfuerzo por sustraerse a otros pensamientos. ”Cuando alguien señala una dirección, quedarse mirando el dedo es como pensar que el que lleva la batuta hace lo más sencillo en la orquesta”, se dice, intentando convencerse de su sentido común.
Esfinge lee de nuevo sus elucubraciones.
Fácil es el sendero que recorremos asistidos por la convicción de que hasta un camino equivocado lleva a alguna parte… Fácil es aquello que se emprende estando dispuestos a poner el entendimiento adecuado...
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“De lo sublime a lo ridículo
no hay más que un paso.”
Napoleón
Amuyuni intenta analizar, mirar las perspectivas, motivaciones, criterios y prioridades, para tratar de encajar las piezas del rompecabezas. Sabe que Esfinge no le habla de buscar culpabilidades, ni aleccionar sobre virtudes. Aprendió de los árboles que los de hoja caduca no son conscientes de sus mecanismos de defensa, ni están por encima de los de hoja perenne o viceversa. Los anfibios estaban dotados de unos mecanismos de supervivencia prodigiosos, pero su instinto no va a la par de lo que entendemos por inteligencia, aunque todos ellos están más cerca de la correlación con su esencia que el ser humano.
En los instantes de lucidez que le permiten desvincularse de esos pulidos de mente recuerda, como inyecciones desde su Esencia, una parte del soliloquio de Segismundo en “La Vida es Sueño” de Calderón de la Barca: “… sueña el que a medrar empieza, sueña el que se afana y pretende, sueña el que agravia y ofende, y en el mundo en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende.”
─Acierto o error. Todo depende de lo que suceda a continuación… o con qué lo compares ─añade Esfinge, tratando de desvincularlo de una línea de pensamiento que lleve a señalar culpabilidades─. Oportunidades para reconsiderar en dónde la senda dejó de ser camino. Son calificativos, sombras. Comparten una misma circunferencia; donde acaba un punto y empieza el otro es cuestión de… perspectiva. El Principio de Polaridad gobierna los contrapesos.
─”A toda fuerza se le opone otra igual y de sentido contrario” ─intenta complementar Amuyuni, sin saber exactamente a dónde quiere llegar Esfinge o qué mensaje cifrado quiere que redescubra.
─Con tu testimonio observo que estás aproximándote a la solución, aunque un recodo en el camino no es el final del mismo ─le interrumpe Esfinge tratando de que lleve a la consciencia su aserto─. Observo que has valorado decisiones, resultados, fuerzas, despropósitos… quizás siguiendo el surco que te insinúa tu Esencia. El caminar y la meta forman parte de un mismo propósito: despertar al entendimiento.
Esfinge observa en los ojos de Amuyuni una chispa de consciencia. Sabe que está sintonizando con su Energía. Entiende de procesos y tiempos y la forma de transformarlos en comprensión.
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“Quién volviendo a hacer el camino viejo
aprende el nuevo
puede considerarse un maestro”.
Confucio
─“Sólo como guerrero se puede sobrevivir en el camino del conocimiento. Porque el arte del guerrero es equilibrar el terror de ser hombre con el prodigio de ser hombre”, le decía su Maestro, don Juan, a Carlos Castaneda ─añade Esfinge, tratando de reafirmarle en su sendero.
Amuyuni retrocede al comienzo de su ensoñación. Nuevas preguntas barruntan su horizonte. El miedo es un aliado, pero cuando sobrepasa la frontera y se convierte en señor de la situación es incontrolable. Lamentarse sólo es sinónimo de resignación. Cuando la fuerza desbordada se desata, el desastre es la consecuencia inmediata. Cuando no se distingue el límite entre lo inconveniente y lo inevitable la inteligencia se ve enmascarada por la ansiedad. Cuando las consecuencias no se distinguen a causa de la turbación el horror hace presencia. ¿Inevitable? ¿Desastre? ¿Fuerzas opuestas? ¿Puertas? ¿Salidas? Sus pesquisas le llevan dando bandazos entre mil interrogantes. ¿Cómo se podría haber evitado? En su mente bulle el dilema entre aceptar la locura o desentrañar la cordura.
El Principio de Vibración le sigue de cerca.
Muchos episodios que conoce, como el que le ha planteado Esfinge es motivo de mil dudas. ¿Si hubiesen sospechado lo que iba a ocurrir? ¿Anticiparse implica prever? ¿Si conociéramos el futuro inmediato qué haríamos con el presente? ¿Por qué es preferible vivir en el error que hacer los cambios para evitarlo? ¿Por qué la inconsciencia rige la mayor parte de nuestros comportamientos? ¿Para qué?
El Principio del Ritmo le ofrece una tregua.
Amuyuni continúa sondeando su ánimo. ¿En qué momento se perdió el camino hacia la Esencia? Hitler pretendió una depuración étnica. Napoleón quiso hacer un imperio. Gengis Kan fundó el primer imperio mongol, el más extenso de la historia… Si todo el dispendio y posterior despliegue armamentístico que motivó la segunda guerra mundial se hubiera canalizado para mejorar el nivel de vida de los ciudadanos ¿no se hubiera evitado el poder del egregor generado? Sabe que hay intereses de una minoría que pervierte los de una ingente mayoría ¿para qué? ¿Se derramaron los males de la caja de Pandora para dar oportunidad a los bienes? De la luz emana la oscuridad o quizás es al revés. Una inquietud indefinida le hace perderse en el enigma. Esfinge está componiendo la melodía. Todo es Uno.
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“Evita el desastre
considerando evitable
lo que parece inevitable.”
Zhuang Zi
Esfinge respeta el reservado mutismo de Amuyuni. Lee sus temores. Sabe que inconscientemente busca razones a las que asirse, pensando que la razón, en su proceso, acabará ofreciéndole respuestas, aunque no sean las pretendidas. Muchas de las variables que inciden no dependen de su criterio o su interpretación, porque están más allá del mundo que cree conocer. Mirar al cielo es liberador, pero es el suelo quien lo sustenta. Ser consciente de las creencias acerca a nuevos desafíos. Comer y nutrirse son procesos que requieren tiempos. La satisfacción de lo inmediato cierra la puerta a valorar repercusiones, el camino para ensamblar el motivo. ¿Qué hubiera pasado si…? Quiere incidir en que ciertas formas de mirar no dejan ver.
─¿Qué sentido tiene estar calvo y coleccionar peines? ─instiga Esfinge─. Jorge Luis Borges comparó la Guerra de las Malvinas a unos contendientes calvos peleándose por un peine.
Amuyuni sabe que la pregunta de Esfinge, una vez más, no espera respuesta. ¿Le está instando a contemplar que las soluciones no siempre son congruentes con los problemas que las requieren?
─A veces puede haber imprevistos, recortes, impaciencia por terminar… errores… Se dice que una sardinita aplastó a un burro; cuando se hizo esa afirmación se daba a entender que el burro estaba flojo, enfermo, que tropezó… o que la “sardinita” pesaba 500 kilos…Realmente el jumento llevaba 5.000 de ellas. La gota que colmó el vaso se suele decir también. ¿Entiendes?
(Extraidos del Libro: “Hacia la sintonia con la esencia” de Miguel Oller Gregori)
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