─Amuyuni, he reflexionado sobre su comentario al respecto de las mil caras de la arrogancia.

─Y tienes algo que objetar ¿no?

─He buscado en mi misma y he visto el disfraz en numerosos momentos. Allá donde me centro en una actitud, allí aparece, disfrazada de vanidad, insolencia, envidia, falsa modestia…

─¿Qué te sorprende?

─La capacidad camaleónica para poder desenmascararla.

─¿Abandonas de enfrentarte a su burla?

─Dudo si se burla o pretende que la siga para limpiarme.

─Entiendo… Te guiña el ojo y luego se ríe de ti.

─Algo así. Cuando creo que la he arrinconado está a mi espalda, cuando me giro está arriba…

─Vas bien. Sigue… Es tu forma de mirar.

─Le he visto el disfraz del engreimiento, de la insidia, del recelo, de la desconfianza… Pero lleva unos asistentes que la protegen: la sospecha, la incertidumbre, la irreflexión… el “qué dirán”, la impulsividad… el resentimiento…

─Observo que te has tomado tu tiempo. Cuando llegues a valorar sus virtudes te percatarás de que es una aliada, con sus mil máscaras y ropajes. Hacerte consciente de su fortaleza y tus debilidades es su principal cometido.

─Estoy desaprendiendo. Estoy elaborando un listado de sus disfraces, de su elocuencia, de sus engaños… y de los míos.

─No pierdas de vista que sois Uno. Es su manifestación lo que buscas, pero no es enemiga, ni adversaria. Eres Tú.

      La perplejidad por lo titánico de la empresa marcó un silencio necesario.

      ¿Cuántos años necesitarías para aprender a callar?