¿DESPERTAR?
(Imagen creada por los autores de la web)
Abrió los ojos. Todo era nuevo. Una playa, cerca del mediodía, sol en alto. La inmensidad del mar como frontera. Algunas gaviotas rompen con sus graznidos el murmullo de las olas. No percibe olor alguno. Después de ese fugaz cuadro mira alrededor, se pone en pie y se hace consciente del silencio que le rodea. No se veía a nadie, ni persona ni animal. Algunas nubes rompen la armonía del azul del cielo. Hasta donde le alcanza la vista, mar. Mira en dirección contraria, rocas, árboles. A derecha e izquierda playa de suave arena.
Comienza una lenta evaluación. ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Desde cuándo? Se detiene, cierra los ojos y… silencio. ¿Está vivo? ¿Qué? ¿Por qué?... no acaba de encontrar respuestas.
No siente hambre, sed, ni frio…ninguna molestia. Se hace consciente de su incertidumbre. ¿Dónde estaba? También de su consiguiente confusión, incomprensión. ¿Solo? ¿Sola? Hace un esfuerzo por recomponerse. ¿De qué manera? ¿Qué hacía allí? ¿Cómo había despertado en ese lugar? Si es que había estado durmiendo. Demasiadas preguntas, se dice. Incógnitas abrumadoras. Se sienta de nuevo en la arena, tratando de asirse a algún atisbo de cordura. ¿Qué motivo le había traído allí? ¿Quién? ¿Cuándo? Necesita recomponer su situación antes de tomar una determinación. Los minutos se suceden, las horas. El sentimiento de soledad se hace patente. Se enfrenta a lo ignorado. No duda de sus capacidades. ¿Qué hacer? ¿Qué prioridades?
Empieza a preguntarse sobre la clase de realidad en la que está inmerso. ¿Durmiendo? No sabe bien qué es el sueño. Él descansa, no duerme. Sus procesos de pensamiento le atrapan. Intenta asirse a la cordura. Se da cuenta también que poco sabe de ella, o de la locura incluso.
Busca en su memoria, rebusca… nada. Ningún referente. Se esfuerza… en blanco. Perplejidad y asombro. Decide caminar hasta donde le lleven sus pasos. Al cabo de varias horas sin descanso, se encuentra en el lugar de donde había partido. ¿Necesidades? ¿Objetivo? ¿Qué hacer? Escucha el mar, podría darse un baño… desestima esa idea. Las preguntas continúan zarandeándole. ¿Cómo había llegado? Nada. No conseguía la conexión con aquellos interrogantes. Se fija en las aves. Contempla la vegetación. Se sienta de nuevo en la arena. Se solivianta. ¿Esperar a qué? ¿A quién? No le satisface su situación. Su lógica le indica que las respuestas llegarán en algún momento. ¿Y mientras tanto? Se dice una vez más. ¿Cansancio? No, no observa sudor, ni fatiga. El silencio le sume en la indiferencia. ¿Sobrevivir? Se hace consciente de que no necesita comer, ni tiene sed, ni calor… ¿protegerse? Sus procesos constantes de pensamientos le van acercando a su realidad: se encuentra sola en una isla, a saber en dónde, no encuentra una base para actuar. Decide tumbarse y esperar. Se sobresalta ¿esperar a qué? No sabe, duda… ¿instinto de supervivencia? Mira a lo lejos donde el mar y el cielo se abrazan. Ignora, busca… no afloja el enfado. Indiferencia. No se había traído él mismo a aquel lugar, estaba convencido. No, no era buena idea comenzar a nadar… se dice. Se enfrenta a las decisiones, a alternativas… contrariedad, ignorancia, propósito… Escucha el viento y decide, ya vencido el día, contemplar las estrellas. Encrucijadas en el fluir de la energía. Destellos de las incógnitas de la existencia.
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