INVENCIBLE
(Imagen creada por los autores de la web)
En plena juventud decidió llegar a ser… ¡invencible! Cómo aceptó esa locura era una incógnita. La mezcla de deseo y necesidad le impulsó a conformar esa idea. Ese infundio desconocido comenzó a cobrar forma, como una escultura de barro. Su mente configuró un ideal que le sugería que determinaría su “invencibilidad”. Tuvo que lidiar con la consiguiente necedad de desearlo.
Después de varias semanas, su determinación cruzó la frontera de la ilusión para que se materializara como hecho. Comenzó un detallado examen sobre los requisitos para su propósito. Ignorante del origen de su aspiración enfocó su poder en la fortaleza física y comenzó un duro entrenamiento. Las semanas pasaron y el cuerpo iba respondiendo. Comenzó una lista de requerimientos para entrenar su quimera; no solo abarcaban su cuerpo. Empezó a percatarse de que necesitaría de un entrenamiento de otras facultades. El listado de requisitos llenaba varias hojas… Ideales, emociones, hábitos… Releía cada día su relación e iban surgiendo nuevos atributos que añadir. Al año, releyendo su dilatada recopilación empezó a percatarse de lo monumental de su empresa. Así que comenzó a indagar sobre el origen de su deseo. ¿Por qué? ¿Para qué? Poco a poco se fueron haciendo patentes sus debilidades. No deseaba bajar la cabeza ante nadie, pero por otra parte tampoco pretendía que nadie la bajara ante su presencia. No pretendía que…
El “no pretendo” dejó paso al “sí”. Y empezó a desempolvar debilidades… y fortalezas. Comenzó a hacer dos listados para tener presente con qué contaba y con qué no. Atributos y defectos. Virtudes y vicios fueron engordando su enumeración. Mientras tanto seguía entrenando su cuerpo. Al desarrollar los músculos se dio cuenta que perdía rapidez de movimiento. Y comenzó a detectar fisuras en sus planteamientos y percepción de fortaleza. Viejos aforismos, sentencias y refranes nutrieron otro abultado registro. Tomaba detallada nota de aprensiones y temores, ansiedades y preocupaciones. Deseos, sentimientos, temores, virtudes y defectos pugnaban por hacerse hueco en su conciencia. Tuvo que recurrir al silencio para acallar esas confrontaciones internas, poniendo orden entre el escándalo que su “ego” organizaba. Esos momentos de retiro a lo largo del día fueron sosegándole. Su percepción del ataque, defensa, adversario, confrontación, fue modificándose y su concepción de ello hizo tambalear su quimérico sueño, llegando a darse cuenta de que su percepción quizás estaba plegada a las exigencias de unas creencias y prejuicios basados en debilidades. Quizás, sus credos necesitaban ser desempolvados para observar su brillo. Así lo hizo. Poco a poco, durante un tiempo incontable, cribó postulados, dogmas, paradigmas y arquetipos. Algo dentro de sí le decía que estaba empezando a taponar fugas de poder y recorrer la senda de la fortaleza interior.
Su labor introspectiva le llevó a establecer una escala de valores más acorde con la que su Esencia le reclamaba; percatándose de que su deseo no era el objetivo de su búsqueda, sino el propósito de sus distorsionadas creencias. Su despertar comenzó con un bostezo.
¿Cuál es el peso del propósito de la imaginación?
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