Educ.-31-/-35-

Educ.-31-/-35-

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 “La ignorancia está

 menos lejos de la verdad

 que el prejuicio.”

Diderot

 

      Le habían dicho que ese curso tendría una clase “difícil.” La profesora era consciente de lo que significaba “dificultoso”, pero aceptar prejuicios no entraba en sus planes. Sí encajaba la confianza en su gran potencial y empeño en activar toda su creatividad.

      Sabía que una de las claves para el éxito era la información y durante una semana estudió los expedientes de cada alumno, averiguando y reteniendo en su memoria cuanto pudo: fechas de nacimiento, situación familiar, aficiones, resultados académicos... Habló con el tutor del curso anterior, recogiendo datos sobre dinámica interna de la clase y las respuestas a ciertos estímulos y estrategias utilizadas. Corroboró referencias con otros profesores y con el psicopedagogo. Durante otra semana trabajó con las fotos, tratando de identificarlos, posibilitando el conocer “otros detalles”; cada referencia era un acercamiento a la comprensión, evitando formarse una opinión anticipada, porque eso sería prejuzgar, aventurarse en la incongruencia de consolarse con parámetros de limitación.

      El primer día la profesora ya les esperaba en clase y los alumnos se sorprendieron que no estuvieran las sillas y mesas colocadas como de costumbre. También se sorprendieron cuando les llamó por sus nombres e hizo algún comentario sobre sus onomásticas, virtudes y aficiones... mientras se iban sentando en el suelo, formando un círculo a sus indicaciones... Ese día los alumnos fueron sorprendidos, observando un acercamiento, reconociendo que estaban empatizando con una profesora con “autoridad.”.

 

 

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“La verdadera riqueza

 de un hombre en la vida

 es el bien que hace a su prójimo.”

 Mahoma

 

      Apenas levantaba la voz. Su lenguaje corporal era tan variado, preciso y vital que los alumnos siempre permanecían atentos a sus lecciones, porque al decir de ellos “ cada día les regalaba con algún acontecimiento, digno de ser recordado”; brote tierno de una expectativa hacia una necesidad básica: aprender, riqueza de bien.

      Su lenguaje era poético: Cada actitud “cosecha de pensamientos perfumados” dirigiéndose a ellos; “eres una flor en el centro del Universo”, a alguno en especial; “apelo al alba de tu sentir.” dirigido a hacer vibrar su esencia.

      El “no hagas...”, “no molestes”, “no...” apenas figuraba en su vocabulario. Su expectativa estaba explicitada hacia lo que deseaba en sus alumnos. Si veía a alguien chupando un color, o el “boli”, en vez de increparle con el “no chupes...” le decía: “¿cómo sabe?”, ”pinta”, “escribe.”

      La alegría estaba presente, en todo momento; siempre tenía una ocurrencia graciosa para zanjar una cuestión tirante.

      Había empezado a sentirse consciente de la necesidad de mejorar su comunicación, cuando empezó a notar un fuerte desgaste en las cuerdas vocales y un notorio estrés que se le acumulaba en la espalda; tensiones no liberadas y producidas por la insatisfacción de un trabajo incompleto, hecho para contentar más a la mente que al corazón.

      Empezó a ayudarse a sí mismo y al poco tiempo, como decía una canción, comenzó a comprar amaneceres y vender esperanzas. Comprometiéndose a mantener en circulación afecto, apreció, interés... sintiéndose al abrigo del deleite, alba de su alegría y aurora de su sendero, en un ascenso vibracional constante.

 

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 “La vida es el sueño de una sombra.”

Píndaro

 

      Tres veces por semana se practicaba en clase la relajación-visualización:

      —Siéntate con la espalda recta... cómodamente… mirando al frente... apoya bien los pies en el suelo... cierra los ojos... descansa las palmas de las manos sobre la mesa... permanece en completa quietud...

      Las instrucciones de la profesora eran suaves, cadenciosas, invitando a la tranquilidad.

      -Expulsa el aire... inspira hondo... concéntrate en la importancia de la respiración... Relájate... ¿Recuerdas aquella vez que fuiste al monte? Sí, esa... que tanto te impresionó por la frescura, el verdor y la majestuosidad de la arboleda... Siéntelo... era algo muy especial... Los olores... la limpieza del aire... la hierba tan acogedora en el suelo... y frente a ti ese árbol tan majestuoso... tócalo... siéntate a su sombra... inspira esa energía... Es tuyo, completamente... Disfrutas de su frescor... de su aroma... de su sencillez... y sientes cómo te llena de paz. Miras a tu alrededor y ves ardillas, conejos, plantas de variados colores.... son tus amigos... Tu gran árbol te está transmitiendo su energía... te mima... y te sientes perfectamente... en paz... Cierras los ojos y escuchas el murmullo del agua... Siempre te han gustado las cascadas... te levantas despacio... caminas un poco... está delante de ti... es preciosa... nítida... coronada por un pequeño arco iris... Te sientes muy bien... todo es paz y armonía... Es tu lugar preferido... al que puedes acudir cada vez que necesites recargarte... o refrescar... o calmarte... Contemplas todo lo que se te ofrece... oyendo... oliendo... tocando... Puedes adornarlo como gustes... Tómate tu tiempo para disfrutarlo...

      Ahora que te sientes mejor... vamos a volver, puedes contar hasta tres... y tranquilamente, con suavidad abrir poco a poco los ojos.. estás aquí... encontrándote muy bien... Es tu derecho...” Vibraciones del despertar.



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“El temor es la cuestión

 ¿De qué tenemos miedo y por qué?

Nuestros miedos son una casa

 llena de tesoros de autoconocimiento,

si los exploramos.”

Marilyn Ferguson

 

      Empezaba a verse y oírse con frecuencia que muchos profesionales de la enseñanza acusaban el estrés y la ansiedad, por temores; se intuía, que radicaban más en su forma de percibir su inseguridad, que en dificultades reales.

      La ansiedad (reacción mental y física ante una amenaza no inmediata) era su peor enemigo, porque anidaba en su visión de las “realidades” y en dejar el poder a las cosas, cuando la solución estaba en su decisión de querer “ver.” Sus reacciones obedecían más a enfoques, que a las situaciones conflictivas en sí. Así sentían la presión constante de sentirse superados por las circunstancias. Vivían con más intensidad la necesidad de controlar ritmos y objetivos, que la de disfrutar aceptando la diversidad de expectativas, propósitos, emociones y sentimientos, dejando que el proceso de aprender se abriera camino, como evolución natural de todo ser. Eso provocaba preocupación y sentimientos de inseguridad, porque querían ejercer un control sobre lo ajeno en vez de en lo propio; agravándose cuando, pensando eludir el “conflicto”, se buscaba culpables, en lugar de soluciones. La amenaza era compartida, los alumnos la intuían y se soliviantaban al sentirse receptivos a energías que propulsaban inquietudes, propiciando inconscientemente una divergencia en el camino.

      Cuentan que un día se empezó a contagiar el pensamiento de que era momento para buscar alternativas, un patrimonio que radicaba fundamentalmente en la decisión de saber que se podía vivir coherentemente, al pensar que eran Uno.

      Procesos de vibración.

 

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 “La educación es

 el perfeccionamiento intencional

de las facultades

 específicamente humanas.”

V. García Hoz

 

      Resaltaba el valor del arte de convivir y pensaba que las prioridades en educación debían pasar por cultivar una inteligencia emocional que permitiera relaciones de entendimiento.

      El poder expresar un potencial, en el que el saber compartir fuera una sabia alternativa y en donde prevaleciera “en qué puedo ayudar” en vez de “qué gano yo con esto”, era una prioridad en un aprendizaje con futuro.

      Sabía que en su sociedad, el haber antepuesto el ego, al Yo, había contribuido a fomentar la escasez de alternativas, facilitando pensamientos de limitación y estrategias de convivencia competitivas, que propagaban la envidia, la violencia y el separatismo, convirtiéndose la educación misma en una carrera de obstáculos, con flacos recursos.

      El individuo, y la sociedad que había constituido, basaba sus expectativas en una desviación misma del objetivo de su existencia, canalizando sus energías hacia una visión que había distorsionado la aceptación de lo que la educación debía ser.

      Resaltar el valor en cada ser vivo era argumento importante y fundamental para el equilibrio, que pretendía aportar una genuina educación. Destacar la capacidad de comprensión para educar y ser educados, era un proyecto con propósito.

      La toma de consciencia de que algo debía empezar a cambiar maduró por sí misma, aceptando que otros guías y maestros velaban para que se encontrara el sendero.



(Extraídos del libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)

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