ZANCADAS

ZANCADAS

(Imagen creada por los autores de la web)

      Comenzaron a soplar vientos que traían un reto. No importaba de qué lugar o por qué motivo. “Todo conflicto es una oportunidad”, dice el aforismo. La Parca, enarboló una bandera a la punta de su guadaña. Era momento de apostar por la consciencia. Virus era su aliado, cabalgando sobre la ignorancia, provocando temor. La susceptibilidad y el recelo serían el caldo de cultivo. Cuando empezó su galope inspiraba respeto, incertidumbre y miedo. La Parca, a pie, detrás, ondeaba su bandera. Traía su mejor cara. No había resentimiento, ni odio, ni venganza; intentaba sólo una amenaza, a la sombra de la ignorancia y al clamor de la culpa.

      La partitura estaba escrita. La oda quería ensalzar nobles cualidades, aunque con modestas pretensiones. Sus ejecutores no serían músicos consagrados. El director de la banda conocía sus limitaciones, pero aceptó el desafío. Los primeros compases empezaron a oírse. Virus de Corona se hacía oír entre los silencios y reclamaba algún protagonismo de la Parca. Los sonidos resultaban contundentes y las primeras voces comenzaron a levantarse, faltas de comprensión. Ante el desorden del descontento que se generalizaba alguien entonaría el “mea culpa”, pero no fue así. El momento de lamentarse y buscar culpables buscaba su espacio. Virus se congratula, apenas es consciente de su protagonismo, magnificado por el temor y la preocupación. Mientras la música intenta elevarse, el auditorio muestra su escepticismo, descontento y confusión. Un prolongado silencio ensordece. La perplejidad cobra su impuesto. La sola presencia invisible de Parca entre la audiencia es suficiente para establecer un ritmo apagado al compás de las pobres expectativas. La variopinta malicia minaba los ánimos y alguien apuntaba a la oda responsable de sombríos propósitos. Poco importaba el por qué. La incomprensión se adueñaba, el ánimo se diluía y el director había vendido el coche para comparar gasolina. Virus asistía con insana malicia a la representación; su montura mostraba indiferencia; bostezaba con cierto desinterés por el hilo de la melodía, mientras observaba de reojo a Parca utilizar su guadaña con notoria desgana. Los vientos comenzaron a amainar. Las miradas se mantenían buscando comprensión. ¡Cuántos males sostienen mis bienes! Se oye entonar. Parca, un tanto aburrida, pliega su bandera a la espera de que la cabalgadura de Virus cobre el aliento. ¡A cuántos males me someten mis dudas! Escucha a lo lejos, sin prestarle mucha atención. Se despereza, mientras se aleja, sin ni siquiera hacer balance. Todavía resuena, muy débilmente, como flotando en el aire, los últimos compases de la composición. Una leve sonrisa se le desprende mientras mueve su cabeza de lado a lado, como negando. Se va alejando cansinamente mientras olfatea el viento, quizás en busca de otros aliados, que ayuden al despertar.

      ¿A qué está sujeta una ola del mar?



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