¿POBRE?

¿POBRE?

(Imagen creada por los autores de la web)

      Amuyuni se queda pensativo. Las palmas de las manos tapan sus ojos. Hay veces que la sintonía con la Unidad le ofrece destellos de consciencia. La estampa, en esta ocasión, como en muchas otras veces, tiene un factor común la pobreza en el mundo. Se queda pensando en el concepto. ¿Por qué la intuición le ha propiciado ese cuadro? Ve una cara de mirada apagada, distante, perdida; un rostro curtido, cubierto de arrugas, labios apretados y semblante resignado. Pertenece a una anciana. ¿Pobre? Recuerda viejos aforismos y refranes. La pobreza no es tanto una cuestión de poseer como de desear, piensa. No es más pobre el que menos tiene, sino el que menos desea para los demás, rubrica. No es más pobre el que menos desea, sino el que no sabe cómo conseguir lo que desea, sentencia. Se da cuenta de que sus pensamientos tienen un factor común: el deseo. El mundo está complementado por dos facciones: ricos y pobres; más de los segundos, resume. La cuestión es establecer la frontera. ¿Cuándo se es rico? ¿Y pobre? Sonríe para sus adentros. También están los pobres ricos y los pobres ricos; los ricos de corazón y los pobres de espíritu. Los que no son conscientes de su pobreza; los pobres de ambición y de codicia. Unos son reclusos de su vanidad, otros de sus decisiones y prioridades. Se pierde en esas elucubraciones.

      Al momento irrumpe la imagen de un indigente: persona que carece de lo necesario para vivir. Se sorprende al cuestionar el retrato. ¿Vivir? Comer, un techo donde guarecerse, trabajo, familia… La estampa es de sobra conocida, se dice desestimándola. Pero irrumpe de nuevo con conceptos como recelo, impotencia, resignación, desesperanza, insatisfacción, pesadumbre, malestar… El peso de sus creencias marca la diferencia. Almas raídas. Los que lo consideran y los que lo señalan; los que lo aceptan y los que lo sufren. En el Uno cuando alguien tiene un problema la responsabilidad es compartida. Recuerda aquel slogan: "Cuando un monte se quema algo tuyo se quema", a lo que alguien añadió: "señor conde". No le valía aquello de "todos somos iguales", a lo que alguien también objetó: "pero hay unos más iguales que otros". "La felicidad no la da el dinero", añadiendo: "lo que es seguro que no la da es si no lo tienes". Es consciente de esas andanadas de la consciencia y vuelve al cuadro sin enmarcar del principio. Otra imagen suplanta a la primera: una mano encallecida, de venas prominentes, vieja, de piel apergaminada y oscura. Sondea su ánimo. Mueve la cabeza en señal de desaprobación. ¿Por qué reniegas de tu pobreza? se escucha diciéndose a sí mismo.

      Observa que se pierde en sus apreciaciones, porque el propósito se difumina. Quizás es que el tema el que le sobrecoge. Vibración como resultado del entendimiento.

      ¿Hasta cuándo aplazarás tu despertar?


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