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“Todos somos en esencia

hortelanos responsables

de nuestro propio huerto-realidad.”

Gerald Epstein

 

      Esfinge deja que Amuyuni sienta la satisfacción de paladear los mensajes tejidos, escuchando los susurros de su Esencia. “No se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho”, decía Aristóteles, aunque su pupilo Alejandro Magno discrepaba, al deshacer el nudo gordiano sin alcanzar a ver siquiera los cabos.

      ─Se cuenta que en un templo dedicado a Zeus, Gordias, rey de Frigia, dejó un carro atado, con un nudo al que no se le veían los cabos, con lo cual resultaba difícil de deshacer. Una leyenda extraída del oráculo, según decían, se encargó de predecir que aquel que consiguiera deshacer el nudo sería el conquistador de Asia. Cuando llegó al lugar Alejandro Magno intrigado por la leyenda, tras un rato mirando el nudo, sacó su espada y de un tajo lo cortó: “Tanto monta desatarlo como cortarlo”. “Tanto monta…” Frase que también utilizaron sutilmente los Reyes Católicos en la España del siglo XV.

      Amuyuni cierra los ojos, inspira profundamente y guarda silencio. Esfinge sabe que necesita sus tiempos. Se intenta incidir en que la flexibilidad mental es la madre de la tolerancia y la creatividad.

      Amuyuni visualiza los cabos. Origen, extremo, principio, final… En su cabeza comienzan a girar mil pensamientos que buscan despertar y preguntas sin respuesta se agolpan por querer sentir la luz.

      ─¿Quiénes somos? Yo soy Yo… ¿Quién eres tú? ¿Estoy hablando conmigo? ¿Todo esto es una quimera fruto de la fantasía y la ilusión? Alejandro no vio los cabos del nudo... no quiere decir que no estuvieran ¿Me ocurre lo mismo?

      En medio de la tormenta intenta que la quietud del sosiego le arrope ofertándole una tregua. No es consciente de querer hacer partícipe a Esfinge de sus desvelos. No obstante intuye, como anteriormente, que entiende la contradicción a la que se enfrenta. Son preguntas para la reflexión y nutrirse del silencio puede llevar a agudizar la visión.

      Efectivamente Esfinge retrasa una nueva intervención a que Amuyuni procese sus destellos de consciencia. Sabe que Alejandro optó por una alternativa... tajante. No sabía dónde estaban los cabos que le hubieran permitido establecer un punto de partida. Sin percibir lo elemental, la disyuntiva le alumbró otras opciones… aunque percibió que todo era uno. Vio el todo, no sólo la cuerda.

      Los instantes se suceden y decide desgajar el mutismo.

 


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“Los desafíos al entendimiento

requieren comprensión”.

 

      ─¿Deseas preguntar algo? ─le asiste Esfinge.

      Amuyuni niega con la cabeza. Todavía intenta ligar cada acertijo con alguna moraleja que lo resuma.

      ─Si recoges agua en tu mano y por retenerla la cierras, cuanto más aprietes el puño más pronto se escurrirá entre tus dedos ─le recuerda Esfinge.

      ─Acabo de recordar, seguramente susurros de la Providencia, de una adivinanza.

      ─Adelante ─le anima Esfinge ─, lanza la pelota.

      ─¿Qué es algo y nada a la vez?

      ─Creo que así, de improviso, me has pillado.

      ─Intento, creo, digerir el Principio de Polaridad.

      ─¿Algo y nada la vez…?

      ─No busques mucho, es sencillo…

      Amuyuni deja unos segundos para que Esfinge se recomponga.

      ─¿El dinero?

      ─Podría…

      ─¿La hermosura?

      ─Pudiera ser…

      ─¿Un papel mojado?

      ─Alabo tu imaginación.

      ─Mmmm… ¿Podrías darme una pista?

      ─Bueno… Un pez…

      ─¡Cachis! Casi lo tenía.

      ─¿Moraleja?

      ─¿Moraleja también?

      ─”Toda piedra hace pared”… ¿Qué tal?

      Esfinge sonríe. Han conectado de nuevo. Instantes de tregua siguen haciendo balance. ¿Y si…?

      Amuyuni sondea los recuerdos. Una vez más se pregunta el por qué… y para qué, sin demasiada esperanza de encontrar una respuesta que le satisfaga. Momentos de incertidumbre en donde duda de la causalidad. Los tropiezos que recuerda inciden en la importancia de vigilar cómo se camina. El propósito que le guía le invita a mirar hacia adelante… “Al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”, decía el poeta.

 


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“Con el debido incentivo

usted puede ser capaz

de pensar por sí mismo.”

Lou Marinoff

 

      Esfinge, respetando sus necesarias reflexiones, trata de dirigir su atención hacia cavilaciones que incidan en la presencia de expectativas, para ser consciente de la fortaleza, porque eso que llaman éxito es al fin y al cabo aceptar opciones y elegir la mejor.

      ─¿Me permites una pequeña anécdota?

      Amuyuni asiente.

      ─Una vez un inspector escolar, como era normal en su función, avisó al colegio de su propósito, en el cual figuraba la intención de visitar la clase de 4º. Era costumbre durante una época la función fiscalizadora sobre los avances en las aulas. El profesor del nivel aludido estaba poco curtido en esas lides… y no recibió con agrado la noticia, entre otros motivos porque su clase no destacaba, especialmente en conocimientos propios del nivel. El inspector se presentó el día señalado para su inspección de rigor. Informó al profesor sobre su intención de hacer unas preguntas generales relativas a contenidos del curso, con el ánimo de sondear el aprovechamiento de los alumnos y sus aprendizajes. Ante la primera pregunta formulada a la clase en general, observó con agrado y sorpresa que todo el mundo levantaba el brazo. El profesor preguntó a un alumno, supuestamente escogido al azar, y contestó correctamente. El inspector lanzó otra pregunta con igual resultado… y una tercera… y una cuarta, sin salir de su asombro ante la participación plena de la clase y el acierto en las respuestas, felicitando de buen grado al maestro y a los alumnos por tan espléndido resultado. ¿Cómo se las había ingeniado el maestro para salir airoso de tan delicada situación?

      ─No se me ocurre, pero seguro que sientes ansia por contármelo…

      ─El profesor convino con los alumnos en que todo el mundo debía levantar el brazo, pero… si estaba seguro de la contestación levantaría el derecho, por el contrario el izquierdo… “No es oro todo lo que reluce”. ¿Te gusta la moraleja?

      Amuyuni sonríe. Ha captado el mensaje. Siempre hay opciones… aún cuando no se vislumbren. Aceptar esa premisa era apostar por el éxito.

      Esfinge omite cualquier comentario, dejando simplemente que el silencio abra el espacio oportuno para seguir conectados.

      Amuyuni requiere la atención de Esfinge.

      ─¿Me estás invitando a exponerme otro acertijo? Te recuerdo       que será el sexto.

      ─”Vale más saber alguna cosa de todo, que saberlo todo de una sola cosa”, decía Blaise Pascal.

      La sintonía en busca del entendimiento es total.

      ─Así es, creo ─ratifica Amuyuni─. Recuerdo una cita de Mark Twain en la que sostenía: “Cuando tenía 19 años, mi padre no sabía nada. Sin embargo, cuando yo tenía 35, me sorprendió cuánto había aprendido mi padre”… Cuestión de perspectiva. La comprensión va de la mano de la flexibilidad.

      Esfinge cree que los preámbulos han tenido su tiempo y requiere la atención de Amuyuni para plantearle sin más demora el siguiente acertijo.

 


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“El intento de reunir el alma con Dios

sólo perpetúa la ilusión

de que los dos se encuentran separados”.

Ken Wilber

 

      ─En el amanecer de la humanidad nuestros creadores nos legaron la individualidad, sin libro de instrucciones. Ellos, los Elohim, mostraron su superioridad y así crecimos con la creencia de que éramos inferiores, con aspiraciones a quizás ser como ellos, por haber sido creados… a su imagen. Así nació la confusión al pensar que Dios, la Providencia, el Universo, el Espíritu… y los “dioses” eran una misma cosa. Poco después nacieron las religiones, el “religare”, el intento de trazar un camino hacia el reencuentro, sin aceptar que ya éramos Uno con el Todo, al margen de divinidades. Superioridad o inferioridad depende del punto de referencia… de con qué comparemos. No generes confusión en ti al desear algo que ya posees: la Unidad ─le insiste Esfinge, observando en la expresión de Amuyuni incredulidad─. Desaprender el falso orgullo de la individualidad abriría la visión de un nuevo paradigma. Hay muchas personas que son capaces de caminar sobre el agua… cuando es sólida; muy pocas cuando ésta es líquida y menos aún cuando es gas.

      Amuyuni ha escuchado atentamente, eleva las cejas, levanta los ojos… en su mente todavía intenta visualizar el nudo gordiano sin cabos visibles. No sabe cómo interpretar lo que Esfinge tan contundentemente le expone; son viejas creencias que había escuchado ya alguna vez, pero que escapan a su comprensión. También ha leído y escuchado que es posible levitar; la materia en esencia es vacío. Pierde el enfoque.

      ─Por eso dice el relato mitológico de la expulsión de Adán y Eva del paraíso, en lenguaje simbólico ─sigue Amuyuni intentando complementar antiguas creencias─, que si los humanos accedieran al “árbol del conocimiento”, al “de la ciencia del bien y del mal” llegarían, según les dijo la “serpiente”, a ser como dioses… comiendo del “árbol de la vida” y vivir milenios… Siendo finalmente expulsados del “paraíso”, por no aceptar ciertas “reglas”. Abocados a redescubrir su Esencia… reafirmándose en la individualidad que incides, tratando de establecer un puente entre los mundos visibles y los invisibles.

 


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“Ser tolerante es manejar el infinito

sin perder la sonrisa.”

J.J. Benítez

 

      Amuyuni siente de nuevo que el Espíritu le reclama. Piensa que su mente requiere respuestas. Esa idea le hace replantear su creencia en cuerpo y alma o cuerpo, mente y espíritu, como estructuras al unísono, entrelazadas a otras dimensiones. ‘Apenas si se sabe de los condicionantes del espíritu, de la constitución de la mente o de cómo interactúan, elaborando emociones, percibiendo y elaborando sensaciones o calibrando deseos y decisiones’, piensa. Ha percibido desde el primer instante a Esfinge como algo suyo, dudando de la dualidad. ¿Juegos de la mente? ¿Guiños de humor de la Existencia? ‘Hay deseos que no tienen justificación hoy, porque esperan la madurez del mañana”, se dice de nuevo. En la búsqueda de un raciocinio ecuánime, como pretendía Sócrates, intenta seguir la estela del conocimiento, basado en la comprensión.

      ─Decía Jiddu Krishnamurti: “La forma más elevada de la inteligencia humana es la capacidad de observar sin juzgar” ─le dice Esfinge tratando de espantarle sus fantasmas y sombras.

      Amuyuni reflexiona; sabias palabras para reconfortar el espíritu.

      ─”Camina plácidamente entre el ruido y la prisa, y recuerda que la paz puede hallarse en el silencio.”, escribía al comienzo de su “Desiderata” Max Ehrmann ─comenta Amuyuni expresando en voz alta un susurro en su mente.

      ─”…Cultiva la firmeza del espíritu para que te proteja en las adversidades repentinas, y no te confundas con las fantasías… Mantén la paz en tu alma en la ruidosa confusión de la vida”, decía también Ehrmann ─le complementa Esfinge.

 


(Extraidos del Libro: “Hacia la sintonia con la esencia” de Miguel Oller Gregori)

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