RE-ENCARNACIÓN

RE-ENCARNACIÓN

(Imagen creada por los autores de la web)

      Amuyuni no recuerda el ciclo de vivencias de su Espíritu. Ha nacido. Una nueva Existencia. Entre sus sueños de bebé se le insinúan otras vidas. Su "harvard" biológico todavía era sensible al recuerdo. No rememora vivencias, solo reminiscencias de sensaciones, de emociones. Temor, incertidumbre, inquietud… aunque el alma le requiere serenidad, confianza, equilibrio… Cree que dormita entre aprensiones, juegos, alegrías, malestares, distracciones, sueños… desavenencias, arrogancia y desconsuelo. Abre los ojos. No sabe mirar en su nueva realidad. Intenta asirse inconscientemente a la entereza. Rebusca en sus instintos, en su intuición para verificar la consistencia de sus fantasmas y apartar las sombras. No obstante decide a los pocos instantes cerrarlos ante la incomprensión de lo que intenta adivinar. Intuye que no es cuestión de ojos, ni de miradas. Requiere guía, respuestas, entendimiento, pero todavía no es consciente. Desfilan sin proponérselo caras, luces, oscuridad, silencio, murmullos, desconcierto, arropo, abrigo, esperanza… Contempla con precariedad y desapego las imágenes de cuanto le rodea; muy a lo lejos, más allá del mirar, los escenarios de diversos peregrinajes y tropiezos, con pinceladas de sonrisas y humanidad. Deja que se sucedan imágenes de cuanto le rodea, luces y sombras, silencios y arrullos, contento y atisbos de satisfacción, mimos mezclados de recelo y duda. Son los constantes zarandeos de la conciencia, tratando de asirse al mundo del espíritu que deja. Son reflejos de innumerables "realidades". Se agita y revuelve. Cierra los ojos. Bajo los párpados caídos, en su mundo interior, se observa el errático vaivén ocular. Busca entre lo imaginado sin saberlo. Ilusiones y espejismos. Sueño y vigilia. Se tranquiliza. Se invita al sueño, al descanso sin soñar. Susurros a la calma y serenidad, que la providencia vela. Respira queda y cadenciosamente. Intenta deslizarse entre los vagos recuerdos de otra existencia. Contempla luces y señuelos, como espectador, sin voz ni voto. Siente entonces las punzadas del hambre, del sutil nerviosismo de la incomprensión. Sonidos y colores le mecen, intentando apartarle de su quimérica ensoñación. ¡Cuántas vidas! Matices de misericordia, libertad, aceptación, resignación y perdón. No conoce los designios, ni su propósito, ni su contrato. Sabe que todo eso condicionaría sus decisiones. El camino de la sabiduría está empedrado de emociones. Intuye que los embates a los que ha de enfrentarse serán el tallado y pulido que le dan valor al diamante. Deberá batallar en escenarios grises e intentará abrirse paso entre lo blanco y lo oscuro. No hay consciencia sin propósito. El Alma le acuna. En su somnoliento letargo acepta. No hay reto ni confrontación, sólo prejuicios a sortear. El tiempo está detenido. Se prepara para cuando decida abrir los ojos para ver. Su espíritu vela. Los designios siguen la tutela de la Providencia y a su manera sonríe con convicción al propósito de la Existencia.

      ¿Cuántas causalidades velan del peregrinar?

 


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