¿PENSANDO EN BLANCO O... NEGRO?
“Pensar en blanco”… o en negro ofrece muchas lecturas. Es incidir en la importancia de las dicotomías como arma de doble filo, determinando que las cosas no son categóricamente blancas o negras. El pensar y dejar pensar incide en que la mayor parte de las discusiones o confrontaciones no se establecen sobre la expectativa de hacer que prevalezca el equilibrio, la verdad, la cordura, sino por tener razón, que sería sinónimo de imponerse en las escalas de poder. El bien y el mal, lo procedente o improcedente, son referencias etéreas al respecto de trazar la senda. Las luchas de poder como estrategia por hacer prevalecer un bien particular o general, una creencia, una verdad, distan de tener clara una expectativa consecuente. En esos entresijos se esgrimen dogmatismos, fanatismos, chantajes, para doblegar voluntades. Quien no está conmigo está contra mí, señorea en cualquier confrontación. Aceptar pensar con todos los colores a la vez, es ofrecernos la flexibilidad de no categorizar que todo es blanco… o negro.
De una anciana resaltaba el que enseñaba más con el silencio que con la palabra. Solía incidir, a tenor de la personalidad, en que en ella cohabitaban, no precisamente en simbiosis, dos fantasmas o… dos ángeles. Uno era confiado, callado, consensuador, alegre, paciente… el otro receloso, desconfiado, reticente, desdeñoso, impaciente… Recordaba que alguien le preguntó una vez quién solía prevalecer. Tuvo que sopesar la pregunta y una respuesta sencilla para una metáfora, de la cual no era fácil extraer una sutil moraleja. La respuesta fue contundente: aquel a quien le rías las gracias. A sabiendas que los desafíos al entendimiento conllevan comprensión. La sabiduría de no dejarse atrapar en conceptos excluyentes, requiere escuchar el alma. La flexibilidad es la madre de la tolerancia y ésta requiere apostar por la empatía, simpatía, escucha activa, respeto, bondad y un corazón calmado, sin tensión.
Forzarse a querer “tener razón” es apostar por el adoctrinamiento y acaudillar la “sin razón”. Aquel aforismo atribuido a personales ilustres que reza desde tiempos inmemoriales: “Nada es verdad, nada mentira. Todo es según el color del cristal con que se mira”, resume el despropósito de acaudillar la generalización, exageración, tozudez, intolerancia…
Aceptar que la verdad es escurridiza y que la realidad se configura de acuerdo a las creencias es apostar por “pensar en blanco”. Es huir de la confrontación, vanidad, arrogancia, engreimiento, petulancia, jactancia, pedantería, obcecación…Las verdades son reconciliables. Los extremos acaban cerrándose, como en una circunferencia. El valor de una moneda no reside en la unión del anverso y reverso, cara y cruz, ni necesariamente en su peso, sino en el poder de transacción.
Los maestros abundan: una situación confusa, una mirada, una persona imposible, un consejo oportuno… Están expectantes, listos a ofrecer sus enseñanzas, según las motivaciones y… cómo les rías las gracias. Todo son oportunidades por apostar por el verde, el azul, el rojo, el violeta…sin exclusión alguna, para dejar que trascienda el blanco. El valor de una hoja del árbol reside en su haz y su envés, en su forma, pero también en su color.
“Muestra tu valor
y envaina la espada.”
W. Shakespeare
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