PERSPECTIVA

PERSPECTIVA

(Imagen creada por los autores de la web)

      Con decisión gastó todo lo que había ahorrado durante treinta años y a sus 55 compró un pequeño velero. Poco sabia de mar y tomó algunas clases antes de aventurarse en el insondable océano.

      Muchas veces se había repetido aquello de que no se hizo el barco para quedar amarrado en el puerto, pensando para sí qué era el navío. Era su mayor reto, y como tal, no podía tomarlo a la ligera. Había decidido dar una vuelta al mundo, partiendo hacia el Atlántico desde costas españolas, en solitario, despegado de amigos, familiares, trabajo, obligaciones. Su mayor aventura. Su partida fue pospuesta varios meses tratando de ajustar todos los pormenores. En su cuaderno iba anotando los avances y sus deficiencias.

      No pudiendo ceder a su deseo de lanzarse al desafío, una cálida mañana de verano, al despuntar el sol, decidió salir del puerto. Quería alejarse de él lo más rápidamente posible. Sabía que en el fondo aquella travesía era enfrentarse al “despierta”, y que iba a descubrir sus personalidades, que aunque valoradas, no eran más que máscaras para dar y darse una imagen ideal sobre lo que pensaba de sí, pero frágiles y quebradizas.

      La mar estaba tranquila, la Providencia se rindía a los designios del redescubrimiento. Precisamente ese era el nombre que había puesto a su velero: Providencia; quizá requiriendo su amparo, velando de su empresa. El suave viento comenzó a henchir las velas y a poco más de una hora ya no divisaba tierra. Su conquista estaba en manos del devenir. No había generado demasiadas expectativas, ni imaginado grandes logros, ni siquiera llegar a descubrir quién era. Fiaba en su noble propósito de conectar con su Esencia.

      Los días fueron pasando y todo transcurría con previsible tranquilidad. Alguna gran embarcación se había cruzado a lo lejos. Todo parecía apreciar su reto: mar calmado, brisa en la dirección deseada y un cascarón respondiendo.

      El sentimiento de soledad y desamparo no faltaron. El silencio, la soledad y la incertidumbre le sobrecogían a pesar de su buena presencia de ánimo. Le habló al cielo, al sol, al mar… entabló innumerables diálogos consigo. Se tambalearon principios, creencias, prioridades, conductas, comportamientos…

      Un día de esos tantos que se suceden sin quebrantos, el atardecer amenazaba tormenta. Ajustó todo lo que pudo en previsión de un fuerte oleaje y se limitó a esperar. Los embates y vaivenes le pusieron a prueba. En esos momentos interminables temía lo peor. Permanecía en cubierta y a pesar del chubasquero se había empapado sintiendo los primeros mordiscos del frío. Había replegado las velas, aun así la bravura del temporal le hizo temer por su vida. La tormenta no parecía ceder y la batalla continuó. Descubrió una pequeña vía de agua abajo en el camarote, que intentó taponar con cierto éxito. Arriba en cubierta se cerró la noche y su velero continuaba sorteando con gran esfuerzo las sacudidas del oleaje. Tesón, voluntad, confianza… mil recuerdos. Dudas, miedo e incertidumbre se fueron solapando. Sin fuerzas observó otra pequeña vía, un agujero que resolvió como pudo,  esperando que aquella prueba le diese un respiro y el mar se sosegara. El agua seguía entrando. Pensó que no debía dejar de sujetar para evitar que la vía se agrandase. Sin ideas, y sin fuerzas cayó en la inconsciencia. Los sueños también le zarandearon, pero al despertar ya la tempestad había cedido y el velero dejó de mecerse. Como el agua seguía entrando decidió insistir continuar presionando, aunque sin mucho éxito. Quizás fueron horas de un forcejeo vital. Desconcierto, preocupación, fatiga, temor, desconfianza… pusieron a prueba entereza, confianza, decisión, valor. Tres días de catarsis. Mil desastres le vinieron a la mente y se adjudicó mil culpas, pensando que la muerte podría estar rondándole. La preocupación y los primeros rayos de luz del cuarto día le empujaron a la cubierta, desentendiéndose de la vía de agua, que continuaba burlándose, para descubrir que su velero estaba medio varado muy cerca de una playa. Levantó la vista al cielo y le hizo un guiño. La primera prueba había sido superada. El mensaje le había llegado: la realidad es creada a cada instante. Vivía. Se había adentrado en el despertar.

      ¿En qué queda la esperanza sin lo ilusorio?

 

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