Refl.-11-/-15-

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-11-


“Vemos las cosas no como ellas son,
sino como somos nosotros.”
Tomlimson


       Cuando era joven quería cambiar el mundo. En la segunda juventud estaba más interesado en cambiar su círculo próximo. Llegando al cénit  de su vida se conformaba sólo con cambiar a su familia. En el atardecer, cuando empezaba a ver con el corazón, sólo se quería cambiar a sí... y cuando eso sucedió, el mundo empezó a cambiar.
       Cuando empezó a ejercer como maestro, sentía que podía cambiar el mundo de la enseñanza... Había demasiadas variables y a los pocos años desistió. Avanzando, en edad y en conocimiento, pretendió cambiar el centro donde... enseñaba, instruía, educaba... ¡Había tanto que hacer! Años más tarde “sólo” pretendía cambiar la clase... pero había todavía tantas cosas que no comprendía...
       La consciencia de su despertar le invitó a comunicarse con el pesimismo que empezaba a embargarle, llegando a los cuarenta. Los ramalazos de su balance le llevaron de la mano a la desilusión. Fue entonces cuando los guías asumieron su papel, sin inmiscuirse en las decisiones, para estimular dormidas vivencias y hacerle recordar que sus deseos eran la llave de su voluntad... percatándose que había equivocado el proceso: era reconocimiento interior para entender el exterior; de dentro hacia fuera, aunque se abriera al exterior para recorrer el camino.
       La providencia velaba del sendero. Empezó a cambiarse a sí mismo... El mundo, su mundo, empezó a cambiar. Una nueva primavera de esperanza le señalaba su proceso, su aprendizaje, su servicio... su camino.

“Podrán cortar todas las flores,
pero no podrán detener la primavera.”
Pablo Neruda

(Extraido del Libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)


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“Triunfarás más
cuando apartes de tu mente
 los aspectos inquietantes
 y angustiosos de los asuntos
 y permitas que las facetas tranquilizadoras
 ocupen tus pensamientos”
 Og Mandino


      ¿Difícil, fácil? ¿Complicado, sencillo? ¿Bueno, malo? ¿Positivo, Negativo?
      Pretendía sobreponerse a esos juicios limitantes. Al fin y al cabo esos adjetivos eran comparaciones de referencia y necesitaba ser consciente de sus motivaciones. Sabía que todo tenía una importancia relativa y solamente era un reflejo de sus creencias,  de su “mentalidad.” Había aprendido que si era capaz de aceptarlo abiertamente cambiaba “su realidad.”..
      La felicidad podría ser una meta, pero había empezado a valorarla como un camino, un sendero repleto de conocimientos. Las huellas de su caminar eran experiencias de aprendizaje, objetivos que compartir.

      Con el tiempo había hecho suyas unas palabras y daba  gracias a su sabio escritor:


“Si te gusta una cosa... disfrútala.
Si no te gusta... evítala.
Si no te gusta una cosa,
y no puedes evitarla... cámbiala.
Si no te gusta una cosa,
no puedes evitarla
y no puedes o no quieres cambiarla... acéptala.
Acepta una cosa cambiando
tu punto de vista ante ella.”


(Extraido del Libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)


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“Todo lo que nos sucede,
 entendido adecuadamente,
 nos conduce de regreso
a nosotros mismos.”
C. Jung


      Viendo y experimentando cada situación, los mensajes que se le brindaban eran sugerencias para que intuyera la intención, cuando observaba o actuaba. Cada vez que intentaba ver qué podía hacer para ayudarse y ayudar, y lo conseguía dejaba de lado el miedo y entendido el mensaje que cada vivencia le ofrecía,  sentía, sabía que estaba aprendiendo de dentro hacia fuera.
      Cuando era consciente de lo que hacía y por qué lo hacía, veía más allá de lo que se le presentaba y cuanto más veía más se le permitía mirar, ver, entender, comprender y amar. Sus estimaciones se elevaban en vibración y su universo de comprensión se proyectaba hacia nuevos aprendizajes, que brindaba como acto de libertad, recordando unas palabras de W. Allen White: “La libertad es un bien del cual no puede disfrutarse sin darla a los demás.” Sabía que cada aprendizaje era un ejercicio de libertad.
      Cuando sobrepasaba conscientemente sus limitaciones, estaba brindándose a los demás. Cuando se hacía consciente de sus éxitos y experiencias de aprendizaje, reconocía en sí mismo la esencia de la que era portador...  y eso era un reto constante presente a presente.
     Su esencia la entendía como un constante compartir. Su propio nivel de entendimiento le exigía brindarse la oportunidad de elevarse para elevar, porque sabía que cada experiencia de aprendizaje que compartía con los demás, le llevaba de vuelta el mensaje de que todos aprendían del Uno.


(Extraido del Libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)


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“Lo que sucede no es lo importante,
sino cómo se percibe.”


      A veces repasaba mentalmente los mecanismos de defensa que ejercían él mismo y sus alumnos en las diarias confrontaciones del aula.
      Se instaba a hacer las lecturas que le permitieran llegar a la intención del diálogo. Así procuraba desentrañar esas sutilezas de la agresividad verbal, de la fanfarronería, del temor desviado hacia lenguajes corporales defensivos, exageraciones, generalizaciones, adulaciones, amenazas, explosiones de ira, victimismo, sarcasmo, crítica, humor... Argumentos sutiles que leía como mensajes entre líneas y que transportaban el verdadero mensaje, la verdadera demanda.
      Descifrar la intención abría perspectivas de entendimiento, para llegar a la comprensión. De esa manera las confrontaciones se diluían, porque había aprendido que lo que se decía no era la mayor parte de las veces lo importante, sino lo que se deseaba decir, la intención. La desconfianza, la inseguridad, la ansiedad... quedaban en cortinas de humo. Había aprendido a transformar esos mecanismos de defensa en mensajes de demanda, en peticiones que pretendían equilibrar energías. Cada diálogo, cada manifestación de intercambio surgía de la causalidad, por eso gustaba de escuchar el silencio, oír las estrellas, porque era una forma de despertar la intuición hacia la sintonía y la empatía. Lo que se podía ganar o perder ofrecía respuestas hacia aprender consciencia.
El Principio de Correspondencia velaba del proceso.

“En la naturaleza
no hay ni premios ni castigos,
 existen sólo consecuencias.”
R.G. Ingersoll

(Extraido del Libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)



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“Si uno avanza confiadamente
en la dirección de sus sueños
y se propone vivir la vida que imagina,
se encontrará
con éxitos que no esperaba.”
H. David Thoreau

      Cuentan que visitantes de un remoto planeta volvieron, comenzando a sembrar melodías de esperanza, respetando la libertad de redescubrir la propia esencia, impartiendo las primeras lecciones de vida.
      Como semillas hacia un despertar de la voz interior, se les oyó esparcir al viento, con aromas sutiles, mensajes al corazón:“El primer reconocimiento era educarse a uno mismo, caminando hacia la consciencia del Origen. Cuando se alcanzara respeto, se recibiría consideración.
      Simplificar las cosas, vivir el presente y disfrutar con cuanto se hiciese serían la base de la convivencia. Así las relaciones, como una necesidad básica, fluirían con naturalidad,  respeto mutuo y armonía.
      El presente era el poder; vivir el ahora era aceptación del devenir. La esencia estaba en el interior de cada uno, ayudante en la tarea de compartir el redescubrirse a sí mismo, con paciencia, sin tensión.
      La paz interior y la serenidad eran las piernas para caminar; proveerían la satisfacción de intuir lo necesario.
      Se podía educar con la creencia de que todo era sencillo, resultado de un fluir natural, partiendo de lo vital de aprender ignorando el temor.”
      Se cuenta que las primeras mieses habían germinado. La cosecha desprendía fragancia de correspondencia.


(Extraido del Libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)




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