METAMORFOSEANDO
(Imagen creada por los autores de la web)
La primavera se manifestó tímidamente, invitando al gusano de la seda a desprenderse del caparazón donde había esperado. Los guiños del Sol le hacen despertar de su soñoliento letargo y la templanza del clima de mediados de marzo le invita a desperezarse. Apenas tiene fuerzas y de su diminuto cuerpecillo extrae la convicción, la determinación, para abandonar la protección del huevo. Se desplaza encogiendo y estirando rítmicamente su agusanada morfología buscando las primeras hojillas de morera, su sustento, que también han sido invitadas a abrirse a la melodía primaveral. La imperiosa necesidad de alimentarse le impulsa. Su instinto de supervivencia sigue los mandatos de su Esencia, del fluir de la Existencia.
Encuentra al poco su primera hojita. Se encuentra solo. Su principal defensa, paradójicamente, es la fragilidad de su reducido tamaño, pasando desapercibido. Sin otros menesteres que le distraigan comienza a mordisquear la hojilla por los bordes. Se dedica con ahínco, aplicadamente. No es hambre, quizás sólo impulso a comer. Siente su momento, la memoria genética que le invita a cumplir el propósito de su existencia. Evita distracciones. Su metabolismo y su actividad se funden. Come y defeca. No es inconsciencia, es aceptación, motivación, confianza, certeza. Sin prisa, pero sin pausa, las dentelladas se suceden, sistemáticas, precisas. Sencillez, presente, conservación de la especie. Apetencia, deseo. No hay pensamientos que le distraigan, ni competitividad que le entretenga. Quizás solo sienta solaz en su dedicación. Sus fuerzas son pocas, pero mucha la voluntad. Los instantes se suceden, lejos de ansiedad. Siente probablemente deleite y se anima a continuar. Quizás pueda pensar, tal vez sentir. A nadie le pide ni le da cuentas. Sigue. La Existencia le mece y se deja acunar mientras muerde. ¿Qué energía le mueve? No es gula, ni preocupación, ni recelo, ni orgullo, ni indecisión. El temor todavía no es protagonista. El descontento es quimera. A nadie engaña. Decisión, alma. Algunas sombras le siguen de lejos, pero sigue al amparo de la Providencia. Su actitud mantiene alejada la somnolencia. En su ver, sin necesidad de mirar, siente el arrope de algún rayo de sol disperso. Confía en la Unidad. El aire se le brinda y solo la concentración en la comida le ofrece el silencio de su roer. Sólo un objetivo. El tiempo se diluye en acción. No hay prejuicios ni exageración. Todo se funde. Su entre-tener se va abriendo a una consciencia inconsciente. Establece una sutil frontera entre su comer y lo comido. La constancia le precede y los dictados de la Vida le impulsan a seguir comiendo y creciendo. La pre-ocupación no guía sus opciones. Es y está. Sigue su Esencia y en un tiempo sin consciencia de él muda su piel. Por primera vez a los tres días. Cuatro veces se repite el proceso. Detiene su voracidad mientras acontece. Hace una pequeña base de seda y permanece con la cabeza levantada, apoyándose sobre las patas traseras. ¿Sueña? Inconscientemente hay aceptación, flexibilidad, armonía y equilibrio. Muda sin dolor, sin molestia, ni resignación. Su mundo mental evidencia sencillez y aceptación. Vibración. El Universo sustenta su transformación. Así, arropado por la Energía se deja llevar al compás del soplo de Vida. No se somete, se deja arropar. El susurro de la brisa, cercana y lejana le acuna, mimando su delicadeza.
A lo largo de semanas su rutina marca una pauta de propósito. Crece. Mil veces ha agrandado su tamaño. Sus doce segmentos han llegado a la madurez. La causalidad ha velado que así fuera. Siguiendo su instinto, el ritmo de la Existencia, deja de comer. Han transcurrido cuatro lunas. Aunque, en su monótona dieta, sólo ingería hojas de morera frescas, todo su aporte energético era satisfecho. Su proceder le ha hecho desentenderse de vitaminas, proteínas, lípidos. Ni valora, ni enjuicia, ni critica. Su proceder modifica su prioridad. No entiende de mortificaciones, ni victimismos. Ha cambiado de color. En sus primeros momentos era grisáceo mimético; ahora es blanquecino. Seis lunas como larva. Busca un lugar seco y aislado donde sujetar su capullo. Su color amarillea. Encoge su tamaño. Los designios le llaman.
Otro momento ha llegado en su metamorfosis. Empieza a segregar con destreza un delgado filamento que empieza a extender sobre sí mismo, la seda. El almidón de las hojas es transformado en dextrina. La Existencia impele su determinación. Al salir de su boca el hilo se solidifica. Girando sobre sí mismo va conformando un tupido caparazón, una envoltura oval. Paciencia y decisión. Mil metros de suavidad sedosa le separarán de su existencia anterior. Tres días de tesón, dedicación, empeño y constancia le encierran y protegen en su logro. Su prioridad ya no es comer… ni defecar. Otros propósitos le reclaman. Aislado del exterior, protegido, en el silencio de una luna, el gusano, la oruga, se transforma en crisálida. Magia. Cambios sin premura, sin arrogancia ni competición. Su mundo continúa siguiendo los dictados del Universo. Dos lunas más de preciada transformación y han cambiado sus prioridades. Ya es mariposa.
De oruga reptaba con un torpe deambular. Ahora, cumplido su tiempo, supura una secreción ácida que separa los hilos de su retiro y siente la necesidad de evadirse de su voluntario cautiverio. En el exterior nuevas perspectivas se le brindan. Respira un aire nuevo. Otros aromas lo envuelven. Generación. Extiende las alas. Su sexo determina un tiempo. Dos lunas para fecundar. No siente hambre. Libertad, alas. Ritmos. ¿Necesidad? Fecundación. No sabe qué es volar. Deseo, apetencia. Propósito. Más allá de las formas, del bien o del mal. ¿Por qué no vuela? Cierra un ciclo. Insecto, lepidóptero. La Energía ni se crea ni se destruye, se transforma. Esencia, existencia, supervivencia.
¿En qué estado de tu metamorfosis te encuentras?
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