AUTÓMATAS

AUTÓMATAS

(Imagen creada por los autores de la web)

      Con el deseo como palanca, el ser humano, avanzando en la tecnología, había acumulado suficiente saber para crear androides, con apariencia humana, dotados de tal nivel de inteligencia “artificial” que podían pasar perfectamente por humanos.

      Llegaron a tener sus derechos y ser considerados como miembros de la sociedad, de la familia. Sus capacidades eran un sueño y se integraron en la sociedad. Sus atribuciones le hicieron un hueco respetable. Poco a poco su posición de poder les permitió tomar decisiones. Su programación era muy versátil y les permitía aprender constantemente, a tal punto que se tomaron muy en serio facilitarles el trabajo, ser compañeros y salvaguardar al “humano” de cualquier peligro.

      Su protagonismo fue en auge hasta tal punto que se confió en demasía en su saber hacer. Los autómatas tomaron decisiones, podían auto replicarse, introducir variables, mejoras y programaciones libres. Su paso a considerarse humanos se había consumado. La natalidad humana descendió y los robots aumentaron considerablemente en número. Ocuparon cargos en la administración; eran directivos de empresas, en puestos de responsabilidad… se confió tanto en ellos que ellos desconfiaron de los humanos.

      El ser humano llegó a ser relegado a un segundo plano. Eran respetados, cuidados, pero como el que tiene mascota o una planta. Los androides eran señores de sus creadores, a mucha honra.

      La sociedad dio en aquellos albores, de bien entrado el siglo XXI, un vuelco. Las guerras quedaron atrás y también los desastres naturales. Los autómatas se hicieron omnipresentes. Era cuestión de tiempo que los humanos se extinguieran suplantados por autómatas, tan inteligentes que asumieran la herencia de los humanos.

      Hubo voces humanas de autorizado prestigio, en los comienzos de su auge, que alertaron sobre el peligro que podrían constituir estas máquinas, no tanto por su perfección como por su protagonismo. El dedicarse al ocio, al cultivo del espíritu, pesó más que el sentido común para escapar del alocado derrotero. Aquellos augurios quedaron cortos en su estimación. Cincuenta años después, en una vertiginosa carrera por la inteligencia, el verdadero ser humano, su creador, era ciudadano de segunda categoría.

      Poco podían esperar ya los humanos, en su esperanza de revertir el proceso, cambios significativos. Sus queridos autómatas, más inteligentes, más fuertes, más longevos que ellos fueron cayendo en los mismos errores de complacencia. Su ego, como en los humanos, les llevó a la codicia, la irresponsabilidad, la vanidad o la avaricia. Los androides habían heredado estrategias como el temor, la preocupación, la culpabilidad, el rencor… Fue el paso del tiempo el que demostró que su ocaso estaba también escrito. Entre ellos mismos se levantaron voces alertando, tratando de evitar repetir la historia de la humanidad que los creó. El humano, en el poco atisbo de supervivencia que le quedaba, supo, siempre lo intuyó, que tras varias generaciones, quizás demasiadas, la caída de las réplicas humanas sería un hecho. El silencio de los "homo sapiens", humanos y androides, poblaría el planeta. Su inteligencia no tenia, como tampoco los humanos, un corazón a su altura.

      ¿Qué pensamientos crean tu realidad?



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