Educ.-36-/-40-

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“El hombre moral es serio

 hasta cuando no está haciendo nada,

 y es sincero hasta cuando no habla.

 Hay quienes enseñan sin hablar.”

 Lao-Tse

 

      Recordaba a Joseph Pulitzer, quien tenía seguramente las cosas muy claras en cuanto a comunicación.

      El creador del famoso premio, que lleva su nombre, dejó escritas unas normas que reflejaban la importancia que tiene el saber expresarse... con sencillez, con propósito:

      “Si escribes... sigue estas cuatro reglas: —decía. 

   1. Exprésalo brevemente, empleando solamente las palabras estrictamente necesarias... para que lo lean.

   2. Escribe con mucha claridad y sencillez, usando términos simples, comunes, corrientes, de uso diario... para que lo entiendan.

   3. Define cuanto expongas en forma pintoresca y graciosa... para que lo recuerden.

   4. Escribe, sobre todo, con mucha veracidad y honestidad para que quienes lo lean lo crean.”

 

      En su labor diaria ella lo había vivenciado, aplicándolo al hablar, al pensar, al tratar de hacerse entender en su cometido y se lo recordaba diciéndose:

           Enseña... para que aprendan,

           para que entiendan lo aprendido,

           para que lo crean y lo recuerden,

           para que comprendan,

para que puedan encontrarse a sí mismos.

      Cada principio pedagógico utilizado era un acercamiento al propósito de enseñar, para llegar a educar.

 

 

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“Si quieres conseguir

alguna cosa nueva,

haz alguna cosa diferente.”

 

      El aceptar perspectivas nuevas de la visión de las cosas era algo que le había mejorado y ofertarlas era, más que una posibilidad, una necesidad.

      En el aula, cada mes, sistemáticamente, se cambiaba de compañeros, de lugar, orientación, agrupamiento y delegados. Se cambiaban de lugar los carteles o murales, sustituyendo los que llevaban un tiempo prudencial. Cambiaba la ubicación de “su mesa.” Cada día al entrar ponía la fecha de una forma diferente, no siempre en la pizarra, o disponía para que diferentes alumnos la escribieran, con el sólo criterio de no repetir estructuras, utilizando la infinidad de recursos disponibles (colores, números, claves, dibujos, tamaños, formas, ubicación...).

      Eran mensajes al despertar de la creatividad.

      El reconocer que los hechos, las cosas, podían tener muchos puntos de vista válidos sobre formas de ver la “realidad” abría la perspectiva hacia una ampliación de la consciencia, hacia la creatividad, dando paso a la plasticidad, la flexibilidad, la aceptación... la tolerancia, la disponibilidad... primeros pasos en el despertar de la integración consigo mismo. Cada redescubrimiento sabía que le acercaba hacia paradojas reconciliables.

      Eran aprendizajes para ver y oír, perspectivas al encuentro de todo un potencial que ayudaba a caminar con objetivos.

      La Ley de Polaridad vigilaba el proceso.

 

 

“Si haces

lo que siempre has hecho,

obtendrás

lo que siempre has obtenido.”

 

 

 

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“La madurez es aquella edad

 en que uno ya no se deja

 engañar por sí mismo.”

 Einstein

 

      -Maestra, me disgusta comprobar que la mayoría de los compañeros obtienen mejores resultados que yo.

      -¿Mides lo que vales según el éxito de los demás? ¿Si fracasaran te sentirías mejor?

      -Me fastidia que los demás piensen que están por encima de mí.

      -¿Cómo sabes lo que crees piensan de ti?

      -Me molesta ver cómo me miran...

      -¿Cómo te miras y te ves tú?

      -Me duele no poder estar a su altura...

      -¿A qué altura estás tú? ¿Les ayudas?

      -¿Por qué, si son “ellos” los que tendrían que ayudarme? Me irrito con sólo pensarlo...

      -¿Has necesitado ayuda para sentir que te disgusta, fastidia, molesta, duele o irrita?

      -Me asusta pensar que quizás no valga para nada...

      La profesora reconoció el desequilibrio entre su emocional y mental. Las preguntas querían afilar el pensamiento para que, haciendo cuña, venciera sus resistencias a aceptar que a pesar de todo era singularmente valiosa.

      -Piensa: ¿Es mejor encender una vela o maldecir la oscuridad? ¿Te duele soñar porque temes el despertar?

      Un silencio de reconocimiento comenzó a sugerir otras alternativas.

 

“Tener una clase libre consiste

 en ofrecer un ambiente en el que mucha gente

 pueda descubrirse a sí misma.”

Herbert R. Kohl

 

 

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 “No hay ningún viento favorable

 para el que no sabe a qué puerto se dirige.”

Schopenhauer

 

      Les explicaba a sus alumnos la ley de polaridad, remitiéndoles al enfoque sobre el “bien” y el “mal” aprovechando una fábula de Esopo, en la que un granjero, al echar de menos un becerro y después de mucho buscar, ofreció a Júpiter sacrificarle un cabritillo si le mostraba el sitio en que se ocultaba su ladrón. Siguiendo con sus pesquisas, en un bosque cercano se vio ante un león, que devoraba su ternero perdido. Lleno de terror se aclamó otra vez diciendo: —¡Oh Júpiter! Te había ofrecido un cabrito si me concedías descubriese al que me había robado el becerro, ahora prometo sacrificarte un toro si escapo de sus garras. Concluyendo su lección en que “encontramos por lo común daño, hasta en el mismo bien que deseamos.”

           

      ¿Por qué contaba cosas tan evidentes a sus alumnos?

      Había observado muchas carreras entre liebres y tortugas y en muchas de ellas vencía la tortuga. Eran lecciones de Vida. Su contribución a la consciencia y congruencia la consideraba una de las mayores enseñanzas, para ayudar a reencontrarse con la coherencia.

      —Formulad un deseo —les decía. Tomaros un par de minutos. Pensadlo bien. ¿Recordáis al Rey Midas? aunque poco consciente de su petición, el Universo le escuchó. Constatad, antes de decidiros, si no contradice alguna de las cualidades siguientes: Coherencia, bondad, prudencia…

 

 

“No hay en todo el mundo un triunfo verdadero

 que pueda separarse de la dignidad en el vivir.”

 D. Starr Jordan

 

 

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“Porque educar es creer

 en la perfectibilidad humana,

en la capacidad innata de aprender

y en el deseo de saber que la anima,

 en que hay cosas (...)

que pueden ser sabidos y que merecen serlo,

 en que los hombres podemos mejorarnos unos a otros

por medio del conocimiento.”

F. Savater

 

      La Vida la enfrentaba a situaciones, que aunque lecciones, no eran siempre bien recibidas. Así les decía a sus alumnos: Cuentan de una mujer, que cansada de oír hablar de la felicidad, decidió encontrarla donde fuere, para sentirla.

      La buscó en lugares y situaciones, donde el ser humano se esfuerza por conseguir sus logros. Recibió muchas explicaciones. Le dijeron que era un camino, no un destino; un estado mental, no una situación. Fueron unas palabras de Agnes Repplier las que abrieron su corazón para que la mente pudiera escuchar: “No es fácil encontrar la felicidad dentro de nosotras mismas y es imposible encontrarla en otra parte.” Comenzó a bendecir cada situación, cada persona y aceptó la paz interior. Comenzó a compartir lo que tenía y le produjo satisfacción. Pensó que tratar de definir si era o no felicidad ya no le importaba. Experimentar era una forma de aprender, era reconocerse.

      Porque educar o educarse, caras de una misma moneda, era dar posibilidades al reencuentro con la Esencia. Era discernir conscientemente su papel, ser poseedora de un caudal de valores, por convicción y perseverancia. Era tender un puente hacia la sabiduría, saberse dueña de un potencial hacia la excelencia.

 

“Forma parte de la curación

el deseo de ser curado.”

Séneca




(Extraído del libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)



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