Educ.-76-/-80-

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“La mejor forma de establecer

 una relación óptima

 con cualquier ser vivo

 es buscar lo mejor en él

 y luego contribuir

 a que esa virtud alcance

 su máxima expresión .”

 J. Allen Boone

 

      Había recién comenzado sus andares en el magisterio. En su cabeza bullían los principios de notables pedagogos y buscaba argumentos, como punto de referencia, para trazar su vereda. Buscaba una frase, unas palabras para rotular, enmarcar y que le sirvieran de recordatorio... de guía.

      Había tenido sus primeras experiencias y no habían resultado todo lo gratificantes que esperaba. Le habían dicho que la enseñanza pasaba por momentos de conciliación con sus sueños. El siglo XXI estaba desasiéndose del mutismo impuesto.

      Su nobleza de sentimientos conectó con sus guías, que reconociendo sus sueños, le brindaron intuiciones para desprenderse de tibiezas. Necesitaba un punto de apoyo para que, como palanca, pudiera aupar su potencial, por eso le guiaron a través de la inspiración a reencontrarse con unas palabras, alas que le recordarían su origen y su servicio. Había venido a ofertar y potenciar la visión de que la educación era despertar una esperanza. Las palabras que se le brindaron y que le arroparían durante mucho tiempo fueron:

 

“Un bien que nos podemos hacer

 a nosotros mismos

 es comunicarnos nuestra riqueza,

 para ayudarnos a descubrir la de los demás

 y apoyar a que cada cual forje la suya.”

 

 

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“La vejez no roba

 al hombre dotado de talento

 sino aquellas cualidades

 inútiles a la sabiduría.”

 Joubert

 

      Era ya ¿anciana? ¿sesentona? ¿vieja?... ¿Era? ... ¡Qué calificativos tan subjetivos!

      Le había dedicado cuarenta años a la educación (algunos a la enseñanza). Había progresado mucho. Con tesón y buena voluntad había llegado a sus alumnos, dominando a la perfección el qué, dónde, cómo y cuándo educar. Dosificando cantidades, intensidades y tiempos. Decidiendo con ecuanimidad cómo ayudar. Una artista del quehacer pedagógico. Artífice de sutiles mensajes hacia el despertar de nobles y positivas creencias y valores; inculcando con respeto y desapego sobre el por qué aprender. Ofreciendo artesanalmente a sus alumnos una alta imagen de sí mismos, una identidad hacia su esencia, valorando a cada cual en lo mejor de sí mismo... Su camino y el de sus alumnos encaraba el mismo rumbo: seguir ennobleciéndose con aprendizajes.

      En el recuerdo de muchos, había ocupado... o mejor, ocupaba, un lugar relevante, por haber ayudado al redescubrimiento, despertar y reconocimiento de talentos y capacidades. No obstante, inmersa en una sociedad que se vanagloriaba por lo superficial, sin respeto a las canas, decían que no encajaba, que era hora de retirarse. Pero ella aceptaba al recordar, como decía Richard Bach en Juan Salvador Gaviota que: “El vuelo de las ideas podía ser tan real como el viento del viento y las plumas.”

      Su esencia siempre le había recordado que, independientemente de lo que pensasen, seguiría aprendiendo... porque pensaba que podía seguir haciendo progresos. Los calificativos, que ahora oía, sólo eran limitaciones de los que no entendían qué era volar. La Ley de Generación velaba.

 

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“Los vigentes regímenes de educación

 lo enseñan casi todo,

menos los que debiéramos conocer mejor:

 el arte de bien vivir.”

 Orison Swett Marden

 

      Habitantes de otro planeta visitaron de incógnito diversas escuelas en un país. Querían saber qué se valoraba comprender.

      De vuelta al remoto planeta informaron:

      -Aunque portadores de nobles ideales y valores, básicamente enseñan supuestos y conocimientos de dudosa utilidad. Ello les ha llevado a contagiarse de la enfermedad del 99 (necesitan y quieren 1 más), dudan de haber llegado a sus metas y eso les genera insatisfacción. Sus escuelas parecen carreras de obstáculos, son competitivas y fuerzan ritmos. Apenas se trabaja la inteligencia interpersonal y los profesores, aunque preparados en conocimientos básicos de materias comunes, atienden poco las diferencias individuales, valorando minúsculamente la educación emocional y espiritual, comparando y juzgando con demasiada facilidad. Se atropellan con espejismos y apremian por llegar sin saber adónde.   Las relaciones funcio-nan con esfuerzo y se inculca a los alumnos que todo se consigue con sudor y lágrimas. Se prefiere cambiar a los demás antes que a sí mismos...

      -¿Lo positivo...? -quiso saber alguien de la comisión.

      Tras un prudente y prolongado silencio, no hubo respuesta favorable. La comisión reconsideró que no se veían las cosas como eran ellas en sí mismas, sino como eran ellos.

      -Propongo hacer otra lectura de lo expuesto... ¾sonó una plácida voz.

      La Ley de Generación velaría del amor que armoniza el camino.

 

 

 

 

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“Tu Identidad siempre está a salvo.

Quien sea capaz de aunar

tus capacidades y creencias

te eleva a encontrarte con quien Eres.”

 

      La maestra “reforzaba” casi cada día a J. diciéndole que no prestaba suficiente atención, ni se esforzaba lo suficiente por escribir “con buena letra.”

      J. no sabía que había asociado el “hacer buena letra” con lo que un día le dijo la profesora: ¾Podríamos aprender de R. que hace la letra más bonita de la clase.

      J. sí sabía que le tenía tirria a R. por razones que ya venían de atrás, como caracteres encontrados. Inconscientemente el rechazo a la “buena letra” era total. Así cada día se sentía más incapaz y mortificado debido a los constantes comentarios negativos sobre su letra. Su identidad empezó a ser atacada al comenzar a decirse: soy torpe, escribo mal.

      Un día la maestra cambió su creencia, comenzó a reforzar positivamente las capacidades. Sabía que J. dibujaba muy bien. Recordó que “es mejor dejar entrar la luz, que echar fuera la oscuridad” y le enseñó a redibujar su letra. Valorando alternativas compartidas.

      El comportamiento de J. aceptó el reto, sus capacidades le abrieron nuevas estrategias, que cambiaron sus creencias, mejorando su identidad: “Soy atento, observador, dispuesto e inteligente, cada día dibujo las letras mejor.”

      A partir de esos momentos R. empezó a entrar en el campo de “aceptables” de J. y recíprocamente sus relaciones comenzaron a mejorar.

      Caminos que generaban un encuentro hacia la armonía.

 

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“Juan Gaviota había nacido

 para ser instructor,

y su manera de demostrar el amor

era compartir algo de la verdad

 que había visto,

 con alguna gaviota

 que estuviese pidiendo

 sólo una oportunidad

 de ver la verdad por sí misma.”

 Richard Bach

           

      Durante un relámpago de inspiración un alumno, iniciado en el camino, escribió, sin dejar rastro de autoría:


“Levanta tu mirada,

súbete a un suspiro,

elévate más allá de limitaciones

y dime quién eres.

Entonces vístete con tu Yo,

ayúdame a vestirme con el mío,

céntrate y sigue.

Nuestro destino es compartir.

Somos continuo aprendizaje,

somos esperanza...

y en el nosotros,

podemos encontrar otro mensaje:

Reconocer ser paz es integración,

es entendimiento... sabiduría.

Ése es el designio.

Nuestros pasos son guiados

hacia el devenir del conocimiento,

para llegar a amar cuanto nos rodea.”




(Extraídos del libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)

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