OMBLIGO CUADRADO

OMBLIGO CUADRADO

(Imagen creada por los autores de la web)

      Aquel día le amaneció algo diferente. El descanso necesario y reparador no le había resultado suficiente. Los sueños le habían tenido atrapado entre la magia y lo absurdo. Hizo un esfuerzo por encontrarle sentido, pero en vano. Le creó más desazón y nuevos interrogantes. Notaba como un nudo en la boca del estómago. La inquietud empezó a mordisquearle. Llevaba un tiempo dándole vueltas a un “no sé qué”. Desorientación, incertidumbre, cierto malestar generalizado. A sus 60 años creía haber espantado ciertos fantasmas. No obstante sentía los pellizcos de la insatisfacción y de la pesadumbre cotidiana, incluso culpa por el pasado.

      Con las manos sobre las rodillas todavía no se había incorporado. Quiere mirar a través de las cortinas y sentencia lo gris del día. Descansando en la cama como asiento, baja la cabeza, se rasca sin propósito. Ladea la cabeza a un lado y a otro negando cierta contrariedad indefinida. Se resiste a que sus piernas le pongan vertical. Respira hondo y al momento lo consigue. Un logro. Con paso indeciso y lento empieza a caminar, poniendo en marcha su voluntad de hacer frente al día. Una ducha le despejaría, piensa. Así que con la determinación enfocada en ahuyentar la dejadez y el cansancio se dirige al baño. La cabeza se le hunde entre los hombros. Huum! se replica. Pero los pasos van encadenándose y al poco llega a su destino. Se endereza, despereza, rasca la cabeza y se mira al espejo de vestidor de cuerpo entero. Se centra en el rostro, cara de despertar. Prepara la ducha y comienza a desnudarse. A los pocos instantes, con el ombligo libre, observa algo inusual, quizá una sombra. Observa con más detenimiento y verifica su asombro: está contemplando su ombligo… ¡cuadrado! Cierra los ojos. Se cerciora de que el estado somnoliento ha quedado atrás. Presta atención y verifica: cuadrangular. Asombroso, dictamina. Una cascada de preguntas se le amontonan. ¡Me ha parecido! ¿Y si no? Vuelve a la carga para observarlo con el detenimiento de lo extraño, increíble, inverosímil… ¿Inconcebible? Su atención lo corrobora. Así, de la noche a la mañana. ¿Cómo es posible? ¿Qué sentido puede tener? Con sus preguntas orbitando se palpa constatando la realidad. ¡No puede ser! Cierra los ojos queriendo reiniciar su contacto con la realidad. Respira hondo. Levanta la cabeza, luego la baja. ¡Sencillamente increíble! Otras exclamaciones de ese rango comienzan a burbujear. No sabe qué pensar. ¿Cómo? ¿De qué manera? Algo planea en su cabeza que no acaba de concretar. Abre los ojos, vuelva a verificar su situación, con posibles explicaciones: un sueño, estoy durmiendo… pero no, verifica su estado de vigilia. ¿Cuándo? ¿En qué momento? Busca alguna explicación, pero a su pesar, no encuentra ninguna con peso o coherencia suficiente. Se consuela: ¡peor hubiera sido despertar convertido…! Se detiene. Una nueva forma de pensar. ¡Ya está! Un nuevo paradigma que enfocar, se dice. No se acaba de convencer. Cierra los ojos de nuevo, esta vez con convicción. Relentece la respiración, se centra en su ritmo cardiaco. Se tranquiliza poco a poco. Una voz en el fondo le insinúa: demasiado tiempo has vivido con un ombligo redondo. Lo escucha como de lejos. ¿Quién? De repente abre los ojos, está en la cama todavía. Se recompone y acepta el mensaje: ha vivido demasiado tiempo mirándose al ombligo, practicando el victimismo, dándose importancia… presunción, arrogancia… Respira hondo. El día empieza a clarear. El despertar siempre es un reto.

      ¿Dónde radica la frontera entre deseo y necesidad?

 




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