-21-
“Todo aquello
que nos molesta de los demás
puede contribuir
a que nos entendamos mejor
a nosotros mismos.”
Carl Jung
-Tengo una alumna que me irrita en demasía -decía una maestra a otra, lamentándose -llega a ser superior a mis fuerzas.
-¿Qué es lo que te contraría?
-Es vaga, por demás...
-Desmotivada, descentrada, con muchos recursos por explorar y explotar.
-Te da mil excusas...
-Creativa, con mucha imaginación.
-Tremendamente despistada...
-Con mucho mundo interior.
-Pasota...
-Muy selectiva en sus quehaceres.
-Rinde poquísimo...
-Sabe dosificar sus fuerzas; se reserva.
-Exasperante... indignante...
-De gran poder, si tiene la facultad, sin proponérselo, de obrar así en tu ánimo. ¿Verdad que ya no recuerdas el tiempo en que nosotras pasamos por ahí? Mis evocaciones lo siguen sintiendo...
Se abrió un pequeño silencio entre las dos... justo para que una de ellas recordara unas palabras de W. Churchill: “Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad.”
Correspondencia de esperanzas.
-22-
“Demasiado al este es oeste.”
Prov. inglés
Conversando dos profesoras, una decía:
“Les llevamos de la mano a conocer museos, de cuanto más lejos mejor, pero si les preguntamos que nos hablen de sus manos... de sus ojos... de sus ciclos respiratorios...
Les cargamos de datos de países lejanos, de historias, que tardarán años en comprender... pero apenas cuenta cómo viven el silencio... qué piensan sus abuelos... cómo sienten la paz... cómo aceptan el presente... Les despertamos la inteligencia matemática, la verbal, la corporal, la espacial... la musical... pero nos ocupamos poco del mensaje del silencio... Nos ocupamos más del ser escuchado, que del escuchar.
Les hemos indicado el camino hacia el “quiero más”, “qué querrás ser el día de mañana”, “lo quiero ya”, pensando que les rendimos grandísimos servicios al ampliarles horizontes... sin hacernos ni hacerles caer en la cuenta de que ya son poseedores de la chispa del deseo, porque otros desean por ellos.
¿Les hemos enseñado a calibrar la paciencia? ¿A descubrir la belleza de un dedo, sin emitir juicios de valor? ¿A jugar por el placer de compartir? ¿Les hemos guiado para que aprendan a valorar y saborear un momento?
Aprendo cada día a maravillarme al escuchar una pregunta interesante... un gesto de admiración... a ver en cada circunstancia el estímulo que me permite avanzar. Me estoy reeducando, aprendiendo, entendiendo, comprendiendo para... compartir, seguir invirtiendo en un devenir de sencillez, sin tiempo, ni edad. Un privilegio de respeto a mí misma, aprendiz del ¿qué puedo mejorar? ¿en qué puedo ayudar?.”
El silencio y una mirada de complicidad eran la única respuesta que cabía. Eran conscientes de su despertar.
-23-
“La vida es aquello que te va sucediendo
mientras tú te empeñas
en hacer otros planes.”
John Lennon
En medio de una discusión sobre la conveniencia de atajar problemas como el rendimiento escolar, la indisciplina..., y escuchando las esqueléticas soluciones sin esclarecer causas, con profesional ligereza, una profesora tomando la palabra, con voz suave y tranquila, dijo:
“Tengo una casita en la montaña y hace pocos años comencé a observar grietas, que sin ser alarmantes, desentonaban con la estética a la que estamos acostumbrados. Sin querer profundizar en otros pormenores, tomé masilla y las tapé, sin darles mayor importancia. A los pocos meses se volvieron a presentar pero crecidas, presentando batalla. Volví a cerrarlas, sin querer escuchar su gélido clamor. Un año después tenía que hablarles de usted, porque no se dieron por vencidas y aunque con mayor esfuerzo las volví a sellar. Me lo tomé como un reto: o ellas o yo, sin querer escucharlas. La prudencia me aconsejaba observarlas más de cerca, preguntarles de qué me estaban avisando. No pasó mucho tiempo cuando un tabique se vino abajo, dando gracias a la fortuna que me ausentó del lugar. Así las cosas no tuve más remedio que aceptar que las grietas eran sólo el efecto de alguna causa: probablemente unos cimientos que estaban cediendo. Todavía no sé, aunque lo intuyo, por qué obré tan a la ligera.”
Un silencio de reflexión se impuso en el grupo, indicando lo prudente de escuchar la intuición...
“No es porque las cosas sean difíciles
por lo que no nos atrevemos,
sino que por no atrevernos
ellas se hacen arduas.”
Goethe
-24-
“Habla solamente
cuando estés seguro
de que aquello que vas a decir
es más hermoso que el silencio.”
Prov. árabe
El don de la palabra, decía el profesor a sus alumnos, era arte en la comunicación. Lo que la complicaba, limitaba y corrompía era la forma de pensar.
—Si hablamos con sencillez —les decía — la sencillez nos precederá y guiará en lo que emprendamos.
Al explicar el valor de la palabra tenía presentes las de un notable maestro del siglo anterior, Krishnamurti, “Que lo que digas sea verdadero, bueno y útil.” Respecto a la intención tenía también presentes las de Jesús, otro gran maestro: “De la abundancia del corazón habla la lengua.”
Cuentan, les decía, que los elohim estudiaron detenida-mente un modelo para crear a los seres humanos. Intuyeron las cualidades físicas que les otorgarían en función de lo que se esperaba de ellos. Conocedores del don de la comunicación, sabían que la paciencia y el saber escuchar eran requisitos indispensables, bases para entender y vivir la Vida. Maestros de la ecuanimidad, dispusieron dotarlos de dos oídos y dos ojos... y una lengua, para que escucharan el doble de lo que hablasen. No obstante cada mortal podría además poseer la libertad de “extender” su lengua, de acuerdo a una sencilla ecuación: su dimensión estaría en proporción inversa a la racionalidad de lo que expresara.
Cuentan que pronto empezaron a distinguirse dos grupos: los que gustaban de escuchar y los que se apasionaban con ser escuchados; la sabiduría fue el patrimonio de los primeros.
Niveles de vibración.
-25-
“Cuando la respiración trabaja
en conjunto con el universo,
se hace realidad dentro de uno mismo
la invisible esencia del espíritu,
envolviendo, protegiendo y amparando al yo.”
Morihei Ueshiba
—A partir de hoy —dijo la profesora —haremos ejercicios de respiración, todos los días, durante cinco minutos al entrar del recreo.
—Ya sabemos respirar... -dijo alguien.
—¿Sientes el “prana”, el “chi”?—apuntilló la maestra.
Silencio... La pregunta de la profesora sonó a sortilegio y magia...
—Todos sabéis correr, -prosiguió lentamente -sin embargo, los buenos atletas... entrenan horas todos los días... con perseverancia...
-Siéntate cómodamente... —continuó con voz queda y lenta —con la espalda recta... cabeza erguida... palmas de las manos apoyadas sobre las rodillas o la mesa...
(La voz de la profesora era calmada y tranquila, invitando a la serenidad) -Cierra suavemente los ojos... permaneced quietos... Sois dueños de toda la tranquilidad que podáis sentir... Empiezas a querer ser tú mismo... y sientes paz...
Expulsa todo el aire de tus pulmones... vacíalos, antes de llenarlos... lentamente
Inspira... 1, 2, 3, 4... retén 1, 2... expulsa 1, 2, 3, 4... aguanta 1, 2... inspira 1, 2, 3, 4 —la profesora siguió cadenciosamente durante cinco minutos...
Estaban entrando en el silencio interior, reconfortando el cuerpo con el poder del contacto con su esencia, porque respirar conscientemente... era intuir y conectarse a un nuevo potencial.
(Extraídos del libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)
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