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“Podríamos definir el éxito en la vida
como la expansión de la felicidad
y la realización progresiva de objetivos
que merecen la pena.”
Deepak Chopra
Cuentan que hubo una notable maestra, que buscaba el gozo y la satisfacción que el enseñar ofrecía; era joven en edad y en espíritu. Ponía de su parte todo lo que sabía... Pero había tantas variables que incidían en el proceso del aprendizaje, que a pesar de su mucho esfuerzo no conseguía lo que quería y sus alumnos no mejoraban en la medida que ella esperaba. Cambió de centro de trabajo varias veces y en todos ellos tropezaba con el desánimo que le producía el no poder llegar a todos sus alumnos.
Un día la Providencia estimó que era hora de ajustar su proceso. Unas palabras de D. Chopra, que había leído, le abrieron a la esperanza: “El éxito es la capacidad de satisfacer nuestros deseos con facilidad y sin esfuerzo. Cuando empecemos a vivir nuestra vida como expresión de lo divino, entonces conoceremos el significado verdadero del éxito.” Meditó largamente la frase ”...vivir nuestra vida como expresión de lo divino...”
Sabía que aprender era ley de vida y sonaba en su mente aquella parábola del pedagogo francés C. Freinet del burrito al que obligaban a beber sin tener sed...
Cuentan que, cumplidos los cuarenta, aquella maestra empezó a educar, aceptando cada ritmo, cada Ser, con paciencia, sin tensión, sin frustración... para ofertar y encauzar una demanda genuina.
El principio del Ritmo marcaba la compensación.
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“La vida es una sucesión de enseñanzas
que deben vivirse
para comprenderlas.”
Helen Keller
—Os he introducido en el ajedrez con el propósito de que lo trasladéis a las perspectivas de la vida —decía la profesora. Estáis aprendiendo a pensar la intención de lo que vais a decir o hacer y cómo va a incidir en lo que pensáis conseguir, optando por la reflexión del silencio y el acercamiento a un análisis de consecuencias. Aprendéis así a delimitar objetivos y fijaros, a pequeños pasos, las metas, optando siempre por pensar antes de hablar o actuar. Con precisión, con previsión. No jugáis contra, sino con.
Vais entendiendo de opciones y posibilidades explorables... Avanzáis por la creatividad y flexibilidad hacia la confianza en soluciones, con un entendimiento que lleva a la comprensión, cultivando la paciencia, dándoos cuenta, en la callada consciencia, de vuestro potencial, de los pequeños detalles que os permiten la concentración en el disfrute de una bonita jugada, por la posibilidad que ofertáis a dejar la puerta abierta a otras respuestas igual de aceptables o convenientes.
Camináis con serenidad, sin tensión y aprendéis que cada paso con consciencia es una lección vivida y las intuiciones os hacen estar conectados a potenciales sin límites, abriéndoos a un caudal de aspiraciones, que son vuelos de libertad... Porque “los errores que hay que evitar, son aquellos que eliminan la posibilidad de volver a intentarlo.”
La congruencia hacia cada aprendizaje era, un sendero, que se abría camino hacia la sabiduría.
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“Dios me dé el valor para hacer hoy
lo que tendría que haber hecho ayer.”
Anónimo
“Hemos despertado un sentimiento de necesidad, sin saber cómo satisfacerlo”, decía una profesora, sincerándose consigo misma. “Hemos querido ofrecer una educación integral, sin saber exactamente a qué nos comprometíamos... sin estar nosotros mismos educados en ella y conscientes de esa integridad, convencidos tan solo por la obligación de ofertar un sueño y un dulce despertar.”
Fruto de una meditada consciencia continuó: “Es momento de analizar y evaluar nuestro compromiso: El alumno “suspende”, porque “quiere” y le responsabilizamos por ello. Los educadores no somos conscientes que fomentamos la culpabilidad, al dejar en manos del alumno la responsabilidad de su aprendizaje, tanto más por cuanto así también acallamos nuestras conciencias. Cuando alimentamos la culpa se genera un rechazo instintivo, porque va contra la naturaleza del ser; buscando a la par la expiación. Así nos hacemos cómplices, generando un sentimiento de repulsa contra la institución que mortifica, engendrando más culpabilidad; introduciéndonos así en un conflictivo derrotero, en donde la “violencia” no consciente, hace sus normas y crea los desajustes, objeto de nuestras quejas.”
“Sufrimos a una sociedad que deja en nuestras manos un proceso del cual también somos víctimas, por cuanto queremos hacer a nuestros alumnos como nosotros, bajo unos cánones que no están a la altura de la integridad que predicamos. Es momento de hacer de la comprensión una medicina y de la indulgencia un canto de libertad. La melodía es el equilibrio de ser conscientes que podemos cambiar la visión que pretendemos de nosotros mismos.”
Una vocecita dijo desde un rincón, muy dentro de sí:
“Te propongo un silencio...”
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“La confianza en uno mismo
es el primer secreto del éxito.”
Emerson
En una de las sesiones en las que se hacía balance, hizo presencia el fantasma del “fracaso “escolar”, porque en los cursos superiores se estaban dando cifras de un 30% de “suspensos.” Casi instantáneamente todos se hicieron eco, desviando las implicaciones de culpabilidad que tales mensajes instintivamente despertaban:
—Habría que implicar más a los padres...
—Una mayoría no estudia o no hace los deberes y eso es responsabilidad de los padres...
—Lo que ocurre es que muchos cuando acaban las clases tienen otras ocupaciones: música, gimnasio...
Los inmediatos arrebatos de solución casi siempre pasaban por buscar culpables en primera instancia, agrandar los hechos para justificar que escapan a nuestras posibilidades o responsabilizar a los demás... Las “realidades” que se estaban evidenciando respondían a una mayor necesidad de implicación del alumno, de los padres; exigiendo instintivamente a “otros” expiar la causa del “fracaso.” Se habló de “soluciones”, sin escuchar a los alumnos, a los padres, sin escucharse cada cual... soluciones sin analizar las causas. No obstante en la mente de algunos profesores flotaban unas palabras de Dorothy Corkille: “La causa más corriente de los bloqueos en el aprendizaje, es la presión indebida que se ejerce para que el alumno llegue a metas que están fuera de su alcance.”
Alguien aportó un pensamiento de evidencia: Tenemos la potestad de aceptar que si tuvimos la capacidad de ver la conflictividad de una situación, también tenemos el poder de “desconflictivizarla.” Llevemos las cosas a nuestro alcance, para asumir la coherencia de volar hacia la superación.
Eran ritmos de percepción.
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“Con frecuencia,
el esfuerzo necesario
para dejar atrás las pautas dolorosas
es más incómodo
que mantenerse dentro de ellas.”
Marianne Williamson
—Hace treinta y tres años que enseño —decía una profesora que recién cumplía los cincuenta y siete—. He visto pasar muchos alumnos, conozco este mundo y me he acostumbrado a sus rutinas. Los cambios me ponen en guardia. Las innovaciones me parecen “el mismo perro con diferente collar.” No quiero cambiar y lo malo es que, aunque estuviera convencida de la necesidad de cambiar, no sabría cómo hacerlo.
—La vida te enseña, pero eres tú quien decide aprender —le decía otra que llevaba siete años en la enseñanza, con más voluntad que buenos resultados.
—Tú, con tu juventud y el inconformismo propio de ella, cree que es fácil abrir horizontes, pero si hubieras vivido lo que yo, acumulando decepciones y soportando reformas que indujeron enfrentamientos con nosotros mismos, tendrías la madurez del recelo.
—Mi expectativa y visión de las cosas sólo pasa por darme una oportunidad a mantenerme abierta a otras constantes posibilidades, que me puedan ayudar. He decidido que me gusta estar alerta a las lecciones de la Vida y me mantengo atenta al lenguaje de las cosas.
—Si aceptara esas “realidades” tendría que modificar las que he adoptado. Me he acomodado a ellas y creo que es demasiado tarde para querer más del futuro.
Un necesario silencio se interpuso, el justo para que unas miradas profundas intercambiaran mutua aceptación, que la tolerancia y compresión exigían.
(Extraídos del libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)
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