Audio-10-"Intentando pensar...nítidamente"

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"Intentando pensar...nítidamente"

INTENTANDO PENSAR… NÍTIDAMENTE

 

      En una sociedad tan compleja como la nuestra es fácil dejarse sucumbir al gregarismo. El mimetismo, las mayorías, la masa, imponen unos patrones, paradigmas, que son asumidos sin cuestionar. La publicidad, el adoctrinamiento y los dogmatismos generan los impulsos hacia el envenenamiento mental. Ya no se piensa nítidamente. Generalizando se acepta que ya no hace falta pensar, simplemente dejarse deslizar por el marasmo del convencionalismo social. El horizonte del bienestar es incuestionable y arrastra más que desliza. En el subconsciente pululan la frustración y el cansancio y las emociones más nobles pasan por eufemismos. Pensar por uno mismo ya es un logro y… nítidamente, un milagro.

      La tendencia a la individualidad por querer sentirse diferente, único, se convierte fácilmente en individualismo, competitividad, en querer destacar entre la apatía de la ignorancia. Ser ignorante no es no conocer, sino negar las evidencias. Los valores se degradan y los "triunfadores" avasallan. No hay lugar para los cándidos que pretender tomarse su tiempo para valorar. Las mayorías arrasan e imponen su credo y se vive el "o estás conmigo o estás contra mí". El descontento que se deriva de la insatisfacción hace mella y la incertidumbre atosiga. Pensar significaría estimar opciones y decidir la más convincente, a tenor de las consecuencias a medio plazo y sin el tinte del egoísmo.

      Se cuenta que un viejo marinero, pero no de los de parche en el ojo y pata de palo, dejó de fumar cuando observó que su querido loro, casi parte de él, tosía con mucha frecuencia. Pensó, en su manera lineal de efecto causa, que el humo de su pipa, que, menos cuando dormía siempre llevaba encendida, le estuviera afectando los pulmones al sufrido loro. El veterinario que lo examinó llegó a la conclusión que sus sacos respiratorios no eran el motivo de la recurrente tos: simplemente, como cualidad mimética, imitaba de vez en cuando la tos del fumador del anciano marinero.

      Si tuviéramos que poner una moraleja quizá podría valer: No somos tan diferentes ni originales como para no copiarnos. O quizás el más manido: "Verás la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el tuyo". ¿Para qué la tendría que ver? Somos algo tontos, pero no tontos del todo: es preferible vivir en el error que poner los medios para subsanarlo. Pensar con nitidez es una cualidad destinada a una ínfima minoría. La realidad y lo ilusorio interseccionan, quizás en mayor medida de lo que creemos.

      Al respecto W. Churchill resumía: "Un hombre es tan grande como las cosas que lo hacen mejorar." Séneca, en la línea del estoicismo, insistía en que somos dilapidadores de tiempo. ¿Para qué?

      Preferimos pensar en la casualidad que en la causalidad, por tener menos implicaciones de responsabilidad. Continuamos arrastrando la esclavitud de querer parecer y parecerse, del querer llegar sin detenernos, del correr para tener sed, del buscar la verdad sin querer encontrarla. Esos derroteros nos alejan de la nitidez del pensar, a pesar de la intención positiva de lamentarse y buscar culpables.

           

 

"Un fanático es alguien

que no puede cambiar sus opiniones

y que no quiere cambiar de tema."

W. Churchill


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