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“Mucho de lo percibido
no es percibido por nosotros.”
Demócrito
A través de los años se había entrenado en comunicarse conscientemente, con el lenguaje “no verbal”, para dejarse oír mejor por sus alumnos.
Sus numerosas estrategias iban encaminadas a atraerles, despertándoles el interés innato por ver, sabiendo que la vista era la entrada de un 70% de la información que les podía hacer llegar.
Había observado que cuando hablaba constantemente, la percepción auditiva permitía a sus alumnos hablar y dirigir sus miradas hacia intereses varios, pero cuando les “obligaba” a mirar, su dispersión era menor y sus posibilidades de aprendizaje más directas.
Quería que sus dos hemisferios cerebrales trabajaran a la par. Que los gestos, con sus breves refuerzos auditivos, multiplicaran la percepción, manteniendo una atención dirigida y sostenida, dando poco énfasis al papel disertante, sabiendo que el alumno cerraba los oídos al discurso y abría lo ojos al ejemplo.
Había experimentado que una imagen valía más que mil palabras, pero que una palabra, en su momento, era la llave a mil sentimientos y emociones. Palabras asociadas o construidas con imágenes, incorporando gestos y ademanes, que procuraba asociar a instrucciones concretas, sin perder de vista las estrategias cognitivas del alumnado (visuales, auditivas, cinestésicas).
Prefería servirse de imágenes visuales y muy medidas palabras sonoras, que dosificaba muy selectivamente, advirtiendo que su lenguaje no verbal era una llave.
Era un caminar por la competencia consciente del conocimiento a través de la flexibilidad y la tolerancia.
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“Nuestra fuerza se compone muchas veces
de las debilidades que jamás demostramos.”
Mignon McLaughlin
Un día que los alumnos estaban alterados, inquietos, habiendo surgido alguna pelea, el profesor, encauzador de potenciales les despertó al siguiente ejemplo:
-Varios alumnos, se perdieron en una excursión al monte. El calor del día iba en aumento y la sed hizo presencia de modo acuciante. Afortunadamente encontraron un pozo. Pero surgió un problema: el agua estaba lejos de su alcance. No había cubos, ni cuerdas... ni instrumento alguno que pudiera solucionarles la contrariedad. Pensaron en improvisar cuerdas pero seguía faltando recipiente. Y así pasaron un buen rato, lamentándose y echándose la culpa unos a otros, malgastando sus energías. Diversos enfoques se compartieron, sin una respuesta satisfactoria.
Al ver a un viejecito que andaba cerca de allí, se apresuraron a abordarle sobre su situación... Él guardó silencio unos segundos, se sentó y les ofreció la posibilidad de escuchar: “Una corneja sedienta fue a beber a un pozo, y encontró un cubo en que había un poco de agua, pero tan honda que no podía alcanzarla; mas la misma fuerza de la sed que padecía le hizo ingeniárselas, y así trajo con el pico muchas piedrecitas y las fue echando en el cubo, hasta que el agua subió y pudo beber, satisfaciendo así su sed.
Puede más el arte y el ingenio que la fuerza.”(1) Sin mediar más palabra se levantó, muy quedamente y prosiguió su camino.” Sabía que eran dueños de sus oportunidades y decidirían lo conveniente cuando sus energías coincidieran en soluciones y no en confrontaciones de culpabilidades. Deducirían que el anciano no procedía de muy lejos y llegarían a la conclusión que si le seguían encontrarían… agua. La providencia entendía de encauzar polaridades.
(1) “Fábulas completas “ Esopo PPP Ed. S.A. 1985 pg. 113
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ha reemplazado a la educación para la vida,
mientras, cada vez más,
las presiones y tensiones de tal desequilibrio
estallan en violencia de todo tipo.”
Benjamín Crême
Los granjeros de aquel lugar habían adoptado una actitud que pretendía tenerlo todo bajo “control.” Los animales estaban en función del servicio que rendían y su evaluación en función del beneficio que se pudiera obtener con ellos. En sí mismos tenían un valor secundario. Por ello, los animales estaban anímicamente flacos, irritables y hasta “ausentes”, ejemplos vivientes de un proceso, que aunque científico, era poco nutritivo para el espíritu que albergaban y poco alentador para el propósito de vida que debían cumplir.
Los “propietarios”, aunque procuraban lo necesario, notaban esa falta de vitalidad esencial. Probablemente una pérdida de prioridades que indicaba falta de expectativas, ritmos, respeto a la vida, a la individualidad... Perspectivas poco reconocidas, encerradas en un proceso desalentador.
Una estrella fugaz cruzó la noche y un granjero formuló un deseo... una tenue intuición atravesó su mente. Pocos días después había cambiado sus objetivos: no eran animales para su provecho, todos eran uno en el proceso y empezó a “escucharles.” Empezó en su mente y espíritu a valorar seres vivos con un propósito de existencia. Su comprensión le llevó a cambios necesarios, inmerso en un proceso equilibrador.
Meses después otra estrella fugaz se cruzó en su firmamento y su deseo se formuló instintivamente: mantener la luz en la mirada de cuantos seres le rodearan.
La Ley de Polaridad velaba de los sueños.
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“Cuando trabajas,
eres como una flauta
a través de cuyo corazón
el susurro de las horas
se convierte en música.”
Jalil Gibran
Tenía una clase, en la que la edad había comenzado a despertar al razonamiento, con notables desajustes de vitalidad. Se mofaban algunos de otros y las agresiones verbales y físicas eran primer plato y postre casi todos los días. Llevaban varios años “encontrándose” y la animadversión había encallecido suficiente como para desoír las buenas intenciones de la profesora.
Tratando de encontrar el camino hacia una canalización de la energía más acorde con la armonía empezaron dos veces a la semana sentándose en círculo. Previamente en un papel cada uno había escrito: “Te felicito porque...” completando la frase con lo mejor que la intuición le ofreciera, plegándolo a continuación por la mitad. Después, a una señal de la profesora, tenían que pasar el papel al compañero o compañera de su derecha. Leían, plegaban y seguían la cadena en completo silencio, durante unos cinco minutos. Se completaba con una relajación-visualización de otros cinco.
Cada sesión cambiaba de mensaje (en presente y positivamente): “Quiero que seas mi amigo o amiga, porque...” (cada cual lo completaba brindando la mejor intención), “me gusta respetarme y respetarte, porque...”, “eres mi amigo o amiga, porque...”
Varias semanas después se observó un despertar hacia la aceptación y la concordia.
Causalidad de aprendizajes buscando el equilibrio entre la mente y el corazón, hacia el espíritu. Ritmos para el equilibrio.
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“Para cambiar a la persona
hay que amarla.
Nuestra influencia llega sólo
a donde llega nuestro amor.”
Pestalozzi
A los padres, especialmente la madre por su sensibilidad genuina, de niños o niñas con “necesidades educativas singulares” les proponía, como primer trabajo de un objetivo común, hacer una lista duplicada con las diez mejores cualidades o virtudes del hijo o hija. Una para él como educador y otra para ellos.
Esa primera toma de contacto, quería establecer un frente común: positivar la visión de las necesidades del Ser.
Los padres debían leer la lista al menos una vez al día, el profesor también.
Al alumno se le proponía también hacer dos copias con las que considerara eran sus diez mejores cualidades: una que él, como guía, se hacía depositario y otra que entregaba a los padres, para que leyeran también y sumasen las dos visiones del propósito: aceptando que cada pensamiento con bondad era aproximarse a la esencia.
Al mes era el profesor quien elaboraba otro listado, con las cualidades, por triplicado: dando uno al alumno, otro a sus padres y uno para él mismo, con el mismo propósito: que se leyera al menos tres veces por semana, para consolidar percepciones de autoestima.
Las siguientes entrevistas con los padres darían a la intuición la pista sobre el camino a seguir, para despertar perspectivas de cambio en el entendimiento y la comprensión.
Adecuación de ritmos.
(Extraído del libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)
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