─Amuyuni, creo, o esa es la sensación que me da, que la rigidez mental me impide fluir. Me falta flexibilidad. Soy un poco estricta en mis credos y actitudes.

─¿Cómo el agua estancada?

─Algo así.

─"Agua estancada no mueve molino", se dice.

─Entiendo. Es una buena referencia.

─"Agua estancada, agua envenenada", reza el refrán.

─Es muy posible. Eso temo que me ocurra.

─"Agua corriente no mata la gente". ¿Cómo lo ves?

─Te estás quedando conmigo.

─"Agua corriente no daña el diente".

─¿De dónde me vendrá esa sensación que experimento?

─"Agua cenagosa, contra más removida más apestosa". Te sigo.

─Sí… pero ¿para qué evito el fluir?

─Te estaba dando pequeños empujones a través del saber popular. ¿Sabes qué tienen en común todos esos refranes?

─¿El fluir?

─Más bien el no fluir. Tú has apuntado al apego ¿a qué? ¿para qué?

─No sabría decir…

─Enraizado en el deseo, el apego genera insatisfacción, que es en definitiva de lo que te quejas.

─Puede que sí.

─Analiza el deseo ¿de aparentar? ¿de tener? Es como el tener un puñado de arena en la mano y apretar para que no se escape. Es temer a la incertidumbre. Es estreñimiento. Es escayolarse las piernas para correr el maratón…

─"El agua blanda en la roca dura poco a poco hace cavadura", dice otro refrán. ─replica ella.

─ Pero no al revés.

      La sentencia aportada rubrica y traza una línea. Un largo suspiro zanjó la cuestión. La consciencia es el primer paso en el camino del desaprender.

      ¿Me dices qué necesitas y te diré lo que te sobra?