Refl.-21-/-25-

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“Hombre, árbol de imágenes,
palabras que son flores
que son frutos que son actos.”
Octavio Paz

      En el caminar del descubrimiento adquirió la parquedad de palabras; degustaba escuchar el silencio.
      Inmiscuido en esa consciencia intuía cuándo apremiar, dejar hacer, cuándo improvisar y dejar paso a la creatividad, alabar, esbozar una metáfora, escuchar el sentido común, respetar el ritmo de cada cual, cuándo... Surgía de un natural amor al silencio, para poder escuchar ese sentir del despertar a la comprensión, esos “gritos de silencio” de temor, inconformismo, incertidumbre e inseguridad, abriéndose paso hasta la indulgencia.
      Cuentan que aunaba esfuerzos escuchando la alegría del silencio. Gustaba de hablar suave... saboreaba el acallar miedos...  se deleitaba en escuchar ideales... sentía agrado al escuchar en su interior esa voz del guía que le indicaba cómo hacerse oír, cómo templar la esperanza...
      Percibía en el silencio el reclamo del que lloraba sin hacerse notar, del que solicitaba comprensión, del que cantaba desdichas... Escuchaba esas melodías para bailar e invitar a la danza del despertar de la vida, aunando en el silencio el sonreír de la indulgencia hacia la armonía.
      Cuentan que en el silencio se hacía oír... Una mirada y extender la mano era la respuesta aceptada, hacia el despertar del conocimiento en el devenir de la Vida. Su mano extendida y un oído dispuesto eran un “adelante”, “te comprendo”, “estoy contigo”, “vamos a volverlo a intentar.”..
      En su caminar oyó a alguien decir: “El amor que niegas, es el dolor que llevas.”

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“Esto significa aprender.
 Comprender de pronto algo
 que has entendido toda tu vida,
 pero desde una nueva perspectiva.”
 Doris Lessing

“Háblanos de los niños.
Y él les dijo:
Vuestros hijos no son hijos vuestros.
Son los hijos y las hijas de la Vida, deseosa de sí misma.
 Vienen a través vuestro, pero no vienen de vosotros.
Y, aunque están con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos.
Porque ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos, pero no sus almas.
Porque sus almas habitan en la casa del mañana que vosotros no podéis visitar, ni siquiera en sueños.
Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no busquéis el hacerlos como vosotros.
Porque la vida no retrocede ni se entretiene con el ayer.
Vosotros sois el arco desde el que vuestros hijos,
como flechas vivientes, son impulsados hacia delante..(...)
Dejad, alegremente, que la mano del Arquero os doblegue.
Porque, así como Él ama la flecha que vuela, así ama también el arco, que es estable.” (1)
Khalil Gibrán

(1)    “El Profeta”  Khalil Gibrán  Edicomunicación S.A.  1994  pg. 33

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“Cuando necesites añadir un nuevo eslabón
a la cadena de tus conocimientos,
aguarda con paciencia y confianza
pues éste llegará a ti
en el momento menos pensado.”
(Bhagavad Guita)


      Algunas veces, cuando era tocada por el desaliento, cuando la crítica externa se cebaba en ella, a pesar de poner todo su empeño y buen hacer en su tarea, analizaba las críticas de que era objeto y con la paciencia del observador desapegado, que el Ser y el tiempo le habían brindado, valoraba si eran fundadas; si su corazón le decía que sí, con humildad, daba mentalmente las gracias y hacía los ajustes para modificar su actitud. Si le decía que no, analizaba las razones que las podrían haber motivado y extraía su lección, porque no solamente se dedicaba a enseñar a otros, sino que en el proceso se incluía a sí misma. Si no conseguía extraer la enseñanza, se daba una oportunidad, dándose tiempo, ejerciendo la tolerancia, sabedora de que una nueva lección vendría a darle pistas para entender la anterior. Daba mentalmente las gracias, sabiendo que formaban parte de un complejo y equilibrado proceso que compartían, sin juzgar si eran justas o injustas, porque eran valores que le mostraban el camino. Si las críticas eran infundadas, la calma le ayudaba a reafirmarse como un ser de paz; afilaba sus pensamientos, para reajustar sus actos y visionaba el fluir del tiempo, porque sabía que todo pasaba y se dejaba llevar, esperando el momento en que la consciencia le devolviera entendida la lección, para compartirla.

“Todo pasa y todo queda
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo camino,
camino sobre la mar.”
A. Machado

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“El que de otros habla mal
a sí mismo se condena.”
Petrarca

      Bajo una forma de hablar poco consciente oía decir: “Es torpe... es distraída, es inútil, es agresivo, es “manazas”, es vaga, es...”  haciendo alusión al Ser, a la identidad esencial, otorgando atributos improcedentes.
      Hablando con el conocimiento de que las palabras eran energía, con corrección y propiedad le gustaba rectificar:
“Le falta motivación, encuentra otras influencias más fuertes, canaliza sus energías inadecuadamente, hace valoraciones sin color, se comporta con falta de propósito, adopta su propio ritmo de trabajo... tiene creencias distorsionadas... se identifica con algo que... el ambiente en el que se mueve le ocasiona... mi visión de las cosas hace que...”
      Cuando observaba que intentaba modificar la conducta no deseada, pero el individuo se había identificado con el “soy torpe”, reconocía que sus buenas intenciones no eran suficientes. La concepción de la “realidad” que se mostraba, al pensar y actuar así, limitaba y traicionaba la intención. Su estrategia entonces caminaba hacia analizar el ambiente, las conductas, capacidades, creencias y valores, antes de llegar al “es...” identidad con la existencia.
      Sabía que sus niveles de creencias y valores eran el reflejo de las mismas afirmaciones destructivas o distorsionantes que proyectaba. Su capacidad de tolerancia comenzaba en un esfuerzo por reeducarse; seguía Leyes muy precisas, vibraciones de potestad.


“El habla es el espejo del alma:
un hombre es lo que son sus palabras.”
 Publilius Sirus

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“Eres
 lo que es tu deseo profundo e impulsor.
Tal como es tu deseo,
 así es tu voluntad.
Tal como es tu voluntad,
así son tus obras.
Tal como son tus obras,
así es tu destino.”
(Upanishad Brihadaranyaka)

      Contaba que hubo una vez un rey, que ansiaba, anclado en la codicia, el oro y las riquezas, por encima de otros valores. Tal era su fuerza en ese anhelo que un día le fue otorgado un deseo: Pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Parecía tan sencillo... Sólo se percató realmente de lo que había pedido, cuando saboreó las consecuencias.
      Algunas veces, cuando se paraba a pensar en su capacidad, en la proyección de sus deseos, le venía a la mente ese rey Midas, porque casi cada vez que ansiaba algo con fuerza, se percataba de su inconsciencia.
      Su caminar, sus aprendizajes, le habían permitido con el paso de los años pararse a determinar qué era exactamente lo que quería y cuál su propósito. Esa estrategia le llevaba a tomar consciencia de un mundo cada vez más vasto, por el que debía caminar con mayor consciencia de determinación y objetivos claros, porque a fuerza de mirar estaba aprendiendo a ver... un futuro prometedor que se abría ante sí, cuando con equilibrio determinaba su deseo, haciéndolo suyo con voluntad, llevándolo a término con la resolución que su potencial le brindaba, para hacerse dueño de un eterno presente.
      Con el tiempo empezó a entrever que deseo y necesidad no siempre eran coincidentes.
      Niveles de diálogo con el subconsciente...

(Extraidos del Libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)

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