¿EMPELUDÓ?

¿EMPELUDÓ?

(Imagen creada por los autores de la web)

      Cada día, en su sesión de aseo matutino, gustaba, durante unos instantes, de monear ante el espejo. Una mañana observó algo diferente que no acertó a concretar. No le dio demasiada importancia, pero tuvo la sensación de que las cejas se acercaban; incluso las orejas se diría que por arriba comenzaban a ennegrecer. En la cara era normal, se afeitaba diariamente, pero también un tono oscuro parecía cobrar protagonismo. A la semana ya en hombros, pecho, brazos y piernas observó el oscurecimiento típico del vello en pleno avance. Su perplejidad fue en aumento, rindiéndose a la evidencia. Mil preguntas le acosaron los primeros días. La oportuna visita a dermatología no arrojó progresos. Trataba de evitar su confrontación ante el espejo. Ahora las monadas eran textuales; empezaba a parecerse a uno de esos primates de la selva. Cuanto más se fijaba más parecía absorberle el problema y aumentaba su malhumor y preocupación. Incluso su familia y amigos comenzaron a observar su extraño comportamiento. Visitó distintos especialistas sin que ninguno le aportara solución a su queja, ni incluso el psiquiatra. Pensaba que su caso no debía ser único. Cuanto más se observaba más le acosaba el complejo. Su familia no hizo ningún comentario. Se volvió receloso, taciturno y reservado. El desánimo, la incertidumbre y la preocupación comenzaron a hacer mella. Siempre podría lamentarse y buscar culpables en última instancia. Las semanas fueron eternizándose absorbido por su “problema”.

      Un día, de esos en los que la lucidez reclama atención, se miró con mayor detenimiento en el espejo. Sin intención, quizás con una nueva forma de ver. Dudó si soñaba. Con una chispa de determinación decidió despertar, sin éxito. Al insistir contempló como dos caras superpuestas, la velluda, transparente, dejaba entrever a la que consideraba suya. Aquello le desconcertaba. Continuó en su silencio, tratando de justificar y racionalizar lo que contemplaba. ¿Ensoñación? Los ojos coincidían; la misma expresión en ambas imágenes. Ante este descubrimiento continuó indagando. Valoró dos formas de mirar, igual que el viajar: hacia adentro o hacia afuera. Eran claramente dos “yo” que pugnaban por el despertar. Se dice que la forma de mirar, ofrece la posibilidad de ver. Escucha a los dos, al que observa hacia afuera y al que lo hace hacia adentro. Deja que el silencio permita aflorar el alma. La reconciliación es inminente. Cierra los ojos, respira hondo. Algo le insinúa que son Uno. Atiende a lo lejos los compases de la canción “Los sonidos del silencio”. Escucha que se le recuerda: ‘miras hacia afuera, pensando qué hacer; el equilibrio hacia adentro te recomienda valorar por qué’.

      Abre los ojos y ante el espejo se pregunta si lo que observa era fruto del mirar hacia adentro o hacia afuera. Acepta que no ve las cosas como son sino como él es. La imagen que mira sin vello le guiña un ojo, mientras escucha: “No dejes que lo que niegas te someta”.

      ¿Cuánto bien eres capaz de ver?


 

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