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“Todas aquellas cosas y personas
que te rodean
son tus maestros.”
Ken Keyes
—Maestra, —decía el alumno —¿cómo puedo aprender mejor?
—Salgamos al jardín —le dijo ella.
—Mira, escucha, siente cuanto te rodea. Cada sonido y cada silencio vienen a ti. Escucha el aletear del gorrión... siente su vuelo...Toca esa hoja, siente sus poros... su respiración... Huele ese geranio... descifra el mensaje... Siente el sol en tu cara... te está hablando...Ve, cuántas tonalidades de verde... cierra los ojos, siente su brillo, siente su belleza... siéntela... ¿Serías capaz de decir cuarenta cosas sobre esta hoja?
-¿Qué me enseñan?
—Los aprendizajes son el primer escalón para llegar a entender.
—Si supiera lo que necesito saber.
-Lo sabes. En el Todo hay una transferencia sutil. Es tu escuela. Te enseña tu Ser, tu esencia.
-No entiendo...
-¿Ves esa maceta? Se trabaja la arcilla para hacerla, pero es su vacío del que depende su uso. Igual que ella se abre a la posibilidad de llenarse, tú también tienes consciente o inconscientemente perspectiva de presente y de futuro.
-Veo la maceta, la tierra y la planta...
-Tus expectativas te enseñan a ver cuando miras, a escuchar cuando oyes, a despertar recuerdos cuando hueles, a sentir paz. Y cuando lo aceptas, te llevan de la mano a escuchar, ver y sentir más... Te enseñan a comprender, a reconocer en todo tu dimensión... camino a tomar consciencia de Ser.
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“Cuando aprendo a aprender
voy hacia mí mismo,
camino a los demás.”
Cuando enseñaba,
aprendía a enseñar.
Cuando instruía,
aprendía a instruir.
Cuando educaba,
aprendía a educar.
Cuando enseñaba a entender,
entendía el enseñar.
Cuando instruía en entender,
entendía el instruir.
Cuando educaba en entender,
entendía el educar.
Cuando enseñaba a comprender,
comprendía el enseñar.
Cuando instruía en comprender,
comprendía el instruir.
Cuando educaba en comprender,
comprendía el educar.
Magia del principio de correspondencia. Procesos hacia la realización personal en un universo en donde lo individual constituía el vado hacia la integración en el Todo.
“Porque hemos de comprender como niños
lo que pretendemos que los niños comprenden.”
A. Machado
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“Al contrario de lo que mucha gente cree,
no accedemos a la mayoría
de nuestros aprendizajes básicos
a través del estudio y el esfuerzo.
Más bien son el resultado
de una forma natural de aprender
a través de la experiencia.”
Robert B. Dilts
Un día fue un jardinero al centro donde estudiaba su hija, para interesarse por su aprendizaje.
Tras los primeros saludos de rigor con la tutora, la maestra, sabiendo de su profesión hizo un inciso y le dijo: -Mire, aprovechando que está aquí -le requirió invitando a observar un arbusto, que se veía desde la ventana -¿qué cree le sucede a ese romero? A pesar de regarlo y cuidarlo se nota frágil y macilento.
El jardinero lo observó unos segundos, preguntó que quién lo había plantado ahí y por qué. Al decirle la profesora que no sabía, prefirió guardar un prudente silencio.
Ante esto la tutora pasó a interesarse por el motivo de la visita. Observaciones sobre la enseñanza les llevaron a diversas consideraciones sobre los principios educativos, los contenidos... Al final, el jardinero, que todavía guardaba la respuesta sobre el romero, dijo: -A igual allí (refiriéndose al jardín) si preparamos el terreno antes de plantar o sembrar, las raíces crecen fácil y sólidamente. No obstante, lo que vemos son sus hojas, no las raíces y deducimos el estado de salud de la planta. El equilibrio de lo que absorbe por las raíces y por las hojas debe suceder con armonía. Ese romero que me enseñó está triste, pasa la mayor parte del tiempo a la sombra; requiere luz directa del sol para gozar de equilibrio.
La maestra escuchó con atención, intuyendo al instante que hablaban de principios pedagógicos.
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“Me basta (Emilio) con que sepa encontrar
el para qué de todo lo que él hace
y el porqué de todo lo que cree.
Pues una vez más mi objetivo
no es darle la ciencia,
sino enseñarle a adquirirla cuando la necesite.”
J. J. Rousseau
Alumna y maestra mantenían esta conversación:
-¿Por qué soy tan torpe, que no sé resolver este problema? -decía la alumna.
-¿Qué pasaría si no te trataras de ser torpe?
-Si me trato de inepta es porque lo soy.
-Yo hablo de actitudes y capacidades, tu Ser está a salvo, porque hay compañeras que lo consiguen y no son más inteligentes que tú. ¿Cómo crees que lo hacen?
-Me doy cuenta a veces que tengo prisa por terminar y no siempre le pongo ganas… paciencia…
-¿Qué crees te mueve a ir tan aprisa?
-Quiero acabar cuanto antes, porque no me resulta grato… o quizás por dedicarme a otras cosas más amenas.
-¿Qué pasaría si decidieras que puedes tener paciencia? ¿Qué pasaría si cambiaras esa actitud?
-Que seguramente resolvería los problemas.
-¿Qué ganarías con eso?
-Mi creencia de que soy torpe cambiaría.
-¿Tu creencia te llevaría a pensar que sí puedes?
...Un soplo de inspiración planeó en sus mentes. Creer es la llave para poder.
La profesora recordó unas palabras de Gurdjieff, otro maestro: “El más alto logro para el hombre es el ser capaz de hacer.”
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“Si los hombres han nacido con dos ojos,
dos orejas y una sola lengua
es porque se debe escuchar
y mirar dos veces antes de hablar.”
Madame de Sevigné
-¡Qué dolor de garganta! -se quejaba el profesor.
Le sucedía muchas veces y empezaba a ser consciente de que hablaba más de la cuenta.
En una de sus meditaciones, que practicaba a diario, se percató de que la garganta le estaba avisando de un uso inapropiado: levantaba la voz, hablaba demasiado fuerte por intentar hacerse oír y más de lo necesario, porque era una forma de imponer un forzado silencio (sabido que cuando alguien habla es de rigor que los demás callen y escuchen)... llegando a la conclusión que más que uso hacía abuso.
En unas pocas semanas empezó a emplear más los gestos, reforzando el lenguaje no verbal, comprobando que el lenguaje gestual podía sustituir en buena medida al oral: hablar poco, decir mucho. A los pocos meses ya estimó que con la mitad de lo que hablaba antes del proceso, obtenía incluso mejores resultados. También comprobó que si mantenía un tono bajo e intensidad suave, los alumnos disminuían el murmullo de fondo...
Su inversión obtuvo recompensa: se fatigaba menos, llegaba más fácilmente a captar la atención de sus alumnos, sentía más flexibilidad de pensamiento y había mejorado la “ruidosidad” ambiente, predisponiendo a un ambiente calmado y tranquilo.
Sólo tenía que respirar hondo cuando sentía la necesidad de elevar la voz y... mirar y escuchar dos veces, antes de hablar.
Correspondencia hacia el consciente.
(Extraídos del libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)
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