Refl.-66-/-70-

Refl.-66-/-70-

-66-

“El nuestro es un mundo de sombras

por el que nos movemos a tientas

en la oscuridad”.

Deepak Chopra

 

      ─Un clavo hizo perder una batalla… se dijo.

      ─Efectivamente. Pequeñas obviedades pueden pasarse por alto y llegar a provocar serios contratiempos.

      ─¿Por qué a veces lo evidente escapa al entendimiento?

      ─¿Cuándo la falta de comprensión se convierte en incongruencia? ¿Para qué?

      Esfinge, argumenta con otras preguntas.

      Amuyuni calla. Sabe que son cuestiones de calado muy profundo. Recuerda aquella vez que contempló un camión atascado bajo un paso a nivel y el conductor, lleno de rabia por la contrariedad, analizaba desembarazarse de la carga para recuperar aquellos seis o siete centímetros, que necesitaba para salir del atolladero, cuando un muchacho, que casualmente pasaba con una bicicleta, le insinuó… que podía probar a desinflar un poco los neumáticos. 

      ─Cuando no se alcanza a ver lo evidente, lo primero es desempolvar la consciencia ─dice Esfinge leyendo sus pensamientos.

      Un destello de lucidez sacude a Amuyuni.

      ─Como habrás comprobado no es lo que sucede lo que te subyuga, sino lo sencillo que muchas veces hubiera podido resultar evitarlo ─concluye Esfinge.

      Sobran las palabras, piensa Amuyuni, cuando el lenguaje intenta hacerse con el protagonismo de lo evidente. Como cuando Honoré de Balzac notificaba a los presentes la defunción de su tío, el cual le había dejado en herencia sus cuantiosos bienes, con esta lacónica frase: “Ayer, al anochecer, mi tío y yo pasamos a mejor vida”.

      ─Leí de una persona ciega de nacimiento ─sigue Esfinge─, que soñaba con poder estudiar el cielo y conocer las estrellas. El Ser no acepta limitaciones, aunque, como la cometa que vuela porque está atada, despliegue sus planeos. ‘El ver no es cuestión de ojos’, se decía. Durante el día levantaba la cabeza para “sentir el cielo”, de noche para intuir los destellos. Con el tiempo podía imaginarlas. Las creaba, más allá de lo que le contaban. La ceguera sólo es una limitación de la percepción a través de la vista. Los ojos del entendimiento seguían otros derroteros. En un universo mental en que los deseos modelan realidades, la voluntad esculpe suavemente aquello en lo que cree.

 

 

-67-

“No es el peso lo que te destruye,

sino la manera en que lo cargas”.

Lou Holtz

 

      Más allá de reticencias sobre belleza de paisajes, el conocimiento establece formas de percibir. La voluntad de mirar acentúa la facultad de ver. Amuyuni escucha en silencio. Le resultaba complejo seguir las palabras pero entiende el mensaje y asiente. Momentos de reflexión van dejando una estela… como caminos en el mar.

      Esfinge le dirige una mirada de complicidad. Sabe que el Principio de Polaridad refleja equilibrio y ofrece alternativas a las aparentes contradicciones.

      Amuyuni hace recuento. Los cuatro acertijos propuestos por Esfinge le han abierto a dos dimensiones, como en un cuadrado. Le han llevado a cuestionar contradicciones reconciliables, a planear sobre el redescubrimiento, a impugnar deseos que no le acercaban a su Esencia y a evitar el lamento y la culpabilidad. Bagaje notorio al reencuentro con la alquimia de saberse impulsado hacia la reconsideración del sendero. No es consciente del propósito final de Esfinge. Simplemente se ha dejado llevar, intuyendo los Principios que rigen las causalidades hacia la sintonía con su Esencia. Fuerzas conspiran, incitan, juguetean para acercar lo divino a lo humano. Recuerda entre los recovecos de sus lecturas insinuaciones a un despertar del conocimiento en pos de la aceptación de ciertas reglas, como que los ángeles ayudaban a los seres humanos porque estaba en su cometido; los seres humanos se ayudaban a sí mismos y a sus congéneres… porque aspiraban a ser ángeles.

      Rompiendo el silencio, sin saber exactamente a qué respondía, incita a Esfinge, que, al tanto de sus disertaciones internas no duda en plegarse a sus requerimientos, tratando de dejar constancia en todo momento que, aunque mantenían un diálogo, eran Uno. El ensueño al que se había prestado Amuyuni era un guiño de la Providencia y Esfinge era una extensión de ese planeo en busca de entendimiento.

      ─¿Cuándo uno más uno da tres? ─le requiere sin más preámbulo Amuyuni.

      ─¿Un acertijo?

      Esfinge lo interpreta como una estimulación a seguir con el juego, no como una provocación. Sabe de la respuesta antes de que hubiera formulado la pregunta. Prefiere guardar un prudente silencio, insinuando que medita. Escuchar la Esencia implica darse tiempo para saborear posibles alternativas a cada interrogante.

      ─¿Cuándo no se sabe sumar? ─asesta Esfinge, tratando de abrir camino a lo evidente.

 

-68-

“La falta de consciencia

lleva a la pobreza de conciencia.”

 

      Amuyuni asiente con la cabeza lentamente y le guiña el ojo, aceptando como válida la respuesta. Cierra los ojos e inspira profundamente. Es su estrategia para recomponerse y evitar perderse en el pasado.

      En estos preámbulos hay un intento de despertar. El ensueño le atrapó o se dejó apresar intuyendo la oportunidad del señuelo, del regalo. Esfinge prefiere continuar sondeando, aproximándole a nuevas verdades entre la quimera y la entelequia. Los caminos hacia el descubrimiento son insondables. El abrirse a una percepción nueva un reto.

      ─”Yo antes era muy indeciso… ahora ya no estoy tan seguro”, como decía el chiste ─añade Amuyuni, ofreciéndole protagonismo a la duda.

      El silencio, paréntesis para la reflexión, incide de nuevo. Amuyuni se refugia recordando significativos momentos y pequeñas emociones afloran.

      ─”A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada” decía Winston Churchill ─añade Esfinge tratando de apartarle de sus pensamientos.

      ─Todo aquel que defiende una verdad absoluta es un imbécil, decía alguien, a lo que un interlocutor le pregunta: ¿Está usted seguro? Completamente, le responde.

      ─Bien. Observo que continúas ahí ─Esfinge le devuelve la pelota con un palíndromo, siguiéndole el juego─:”Se es o no se es”.

      ─”Otra pera reparto” ─apunta Amuyuni en unos segundos con otro.

      ─”Yo de todo te doy” ─le responde Esfinge a la zaga.

      ─”Severo revés” ─le insiste Amuyuni sonriendo. El juego propuesto le ha refrescado disipando elucubraciones sobre el acertijo.

      ─¿Seguimos juntos? ─apunta Esfinge de nuevo─. “Manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra”, decía G. Clemenceau.

 

-69-

“Toda idea sólidamente implantada en la mente

tiende a transformarse en acto.”

Emile Coué

 

      Amuyuni recapacita. Cuando se siente abrumado por las circunstancias, acepta que es más sencillo fluir, evitando buscar males, infundios, perseguir culpabilidades, encarando que siempre las opciones estuvieron a su alcance. Esos instantes de reflexión le instan a buscar en el sendero cuándo empezó a congratularse con sus huellas, perdiéndose en un pasado que lucha por retenerlo. A veces vislumbra el cruce en donde se desvió de la senda, entonces retrocede, valora y continúa.

      ─Medio cercando un pueblo ─incide Esfinge, saliéndole al paso─, discurría un pequeño río, que casi todos los veranos acababa secándose, con lo que los peces sufrían seria condena. Un día un vecino, al que luego se sumaron otros, se comprometió a rescatar cuantos pudiera, depositándolos temporalmente en una balsa, con la intención de devolverlos al río. Contemplando la empresa algunos preguntaban si valía la pena el esfuerzo, dado que muchos morirían de todos modos; apuntando a dejar que las cosas sucedieran según el ritmo que imponía el caudal del río. La respuesta de los voluntarios parecía evidente. No podrían salvarlos a todos, pero sabían, en el proceso sabio de la existencia, que esos pocos enseñarían a otros, lo que era… la esperanza.

      Amuyuni asiente con la cabeza y en ella resuena la palabra “esperanza”. Cada aprendizaje le acercaba cada vez más al entendimiento con la Esencia.

 

-70-

“No aspiro a contemplar,

sino a ser contemplativo,

que es tanto

como ser sin anhelar.”

Pablo d’Ors

 

      ─Lo que creemos conocer nos ata ─apunta Amuyuni, pensando en voz alta─. Lo desconocido nos pone alerta y nos enfrascamos en batallas para rendirlo. El orgullo aflora como respuesta a no aceptar la rendición. Desvivirse por vivir no contradice la Vida. Así decía un viejo epitafio: “Aquí yace un español, que murió estando bien, por querer estar mejor”.

      Tras unos instantes, que protagoniza de nuevo el mutismo, Esfinge añade otro.

      ─Tengo otro de la tumba de John Keats, allá por 1825, que murió a los 25 años: “Aquí yace uno, cuyo nombre fue escrito en agua”. ¿Te insinúa algo?

      ─Me vienen a la mente unas palabras de Confucio: “¿Me preguntas por qué compro arroz y flores? Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir” ─añade Amuyuni.

      El buscar sentido a la existencia es un tema recurrente. A poco que las palabras configuren pensamientos la limitación del lenguaje induce a la confusión, a la contradicción. Creencia, propósito, pensamiento, emoción… conforman cada presente. El contenido y el continente forman un todo unido por la causalidad.

      Una suave fragancia focaliza la atención en otros parámetros, dejando atrás sombras sin tiempo.

 


(Extraidos del Libro: “Hacia la sintonia con la esencia” de Miguel Oller Gregori)

Share by: