─Amuyuni ¿Por qué me preocupo?

─¿Cómo lo haces?

─Me doy cuenta de lo que puede suceder y quiero controlarlo.

─Te estás, en realidad, ocupando del futuro

─Ahora que incides… Es ilusión, ¿pre-ocupación?…

─¡Ajá! Te has dado cuenta.

─Bueno, es que si no me preocupo de algunas cosas, o me desentiendo es como si no me importaran ¿No?

─Tú lo has dicho: “Es como si…”. ¿Estamos de acuerdo que quieres controlar el futuro ahora?

─En el momento en que sondeo lo que tengo que hacer, dentro de un rato, mañana…el trabajo, la visita del médico, dinero…

─Te entiendo. El problema no es lo que tengas que hacer, es la recreación, visualización, ilusión, sobre lo que te gustaría que sucediera o que no.

      Un notorio silencio para la reflexión marcó una breve pausa.

─No me lo había planteado así.

─¿Recuerdas tu pregunta inicial? No lo vives como algo positivo, saludable, alegre…

─Exacto. La preocupación me genera ansiedad, cierto temor, inseguridad, recelo, incertidumbre…

─Ahí vamos. ¿Y si no?

─Si no se me generaran esas emociones el malestar no tendría peso, ganando calma, serenidad y sosiego.

─Analiza: pre-ocupación. Mejor que te ocupes cuando llegue el momento y no enzarzarte en elucubraciones, cuyo objetivo es el control. Prevenir es a corto plazo. Preocuparse es someterte a situaciones, a males que quizás no se den.

─El control me ofrece seguridad, tranquilidad…

─¿Qué es el control? ¿La antesala del descontrol? ¿Cuántas veces consigues que el preocuparte te dé satisfacción, confianza, certeza o paz?

─Creo que sé por dónde vas. Efectivamente no es una emoción que me reporte bienestar. Empiezo a imaginar, la bola se hace grande y acaba aplastándome con nerviosismo y recelo.

─Vas entendiendo. No hay nada como preocuparse de que no hay de qué preocuparse.

      Ambos sonríen, restandole protagonismo.

      Cuando hay entendimiento se genera comprensión.

      ¿Adónde te lleva el darte prisa lentamente?