Educ.-81-/-85-

Educ.-81-/-85-

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“Si todos los animales desapareciesen,

 la gente también moriría,

por la gran soledad de su espíritu.”

 Jefe Seattle

 

      Algunas veces la profesora solía sentar a sus alumnos en círculo y uno por uno preguntaba qué animal le gustaba más. Con cuál se identificaba y por qué, aportando enfoques de reflexión. Eran lecciones de redescubrimiento; identificaciones para el autoconocimiento, para generar nuevas expectativas.

      Les contaba cómo el águila vigila desde muy alto, con la gran penetrabilidad de su vista, planeando con mínimo esfuerzo. Cómo la abeja cumplía su cometido con tesón, recogiendo, guardando, organizadamente y con diligencia. Cómo la jirafa disfrutaba de ver desde lo alto. Cómo el canguro no retrocedía nunca, cuando era atacado. Cómo el oso a pesar de ser tan grande se defendía del invierno hibernando. El gorila cómo intimidaba con su fuerza, tratando de evitar la agresión; cómo el delfín inteligente y juguetón sabía entender y disfrutar la vida...

      La profesora no podía sustraerse al valor pedagógico que la Naturaleza ofertaba. Ella misma se había sentido gacela por su agilidad, búho por su oído, golondrina por apenas tocar el suelo, tortuga por su fuerte caparazón... Recordando a veces las palabras de Baltasar Gracián, para no olvidar con cuanta facilidad se permitía desdeñar sus comportamientos: “A los veinte años un hombre es un pavo real; a los treinta un león; a los cuarenta un camello; a los cincuenta, una serpiente; a los sesenta un perro; a los setenta, un mono; a los ochenta, nada...”

      «Nada» sólo era un paréntesis para volver a comenzar y reconsiderar que todos eran Uno.

      Ley de Generación.

 

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“No tendrás la clave de la vida

 hasta que descubras

 que no puede sucederte nada,

 que nadie puede darte ni negarte nada,

 a menos que tu estado de conciencia lo permita.”

 Paul Twitchell

 

      Desde hacía un tiempo se venía hablando de la salud laboral del profesorado, especialmente del factor “ha perdido la esperanza” “está quemado.” Aunque no era una enfermedad física, sí afectaba al cuerpo emocional. Rascando en las causas se apuntaba a que se les había retirado el respeto exterior. Resultaba bastante común oír al profesorado quejarse del a indisciplina reinante.

      Autoridad, respeto... eran fantasmas que pululaban mermándoles la confianza, en un sistema en el que la autoridad incuestionable era eje que sostenía la rueda, exigiendo un respeto exterior, aún cuando un nutrido número no se había ganado el interior. Se les oía comentar sobre la incidencia negativa en su labor de los paradigmas sociales, los valores cambiantes, la TV que promovía patrones cuestionables, el papel diluido de los padres... Visiones encontradas entre lo que la enseñanza solicitaba y la sociedad pretendía.

      Estas agresiones morales al sistema escolar no podían obviarse y el profesorado observaba con resignación cómo el valor de educar se resentía, sostenido por unos pobres cimientos. La ansiedad y el descontento estaban haciendo mella en su ánimo y mientras tanto se continuaba buscando soluciones de fuera hacia dentro, añorando el ayer.

      Un amplio colectivo se estaba atreviendo a sembrar la reconciliación de soluciones que clamaban buscando el reconocimiento interno... aunque sabían que eso no era volar, era batir las alas.

 

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“Nadie posee la partitura

 del concierto de la vida.”

Anónimo

 

      Había oído y leído esas palabras alguna vez y de manera inconsciente las había hecho suyas. Amaba la música y sabía de la precisión de los sonidos, armonía y sentimiento que se desprendía de una bella melodía. Intuía que, aunque la partitura de la Vida era compleja y requería de pericia, era posible ejecutarla con voluntad y buena disposición, despertando toda la esencia que su elevación le brindaba.

      Escuchaba entre sus compañeros los comentarios que se hacían, más veces de lo necesario, al respecto de sus vivencias en las aulas, de muy diverso corte, pero faltos del optimismo; faltos del enfoque positivo, que debía reinar en toda visón de las cosas.

      Cerraba los ojos y se visualizaba como un director de orquesta, extrayendo lo mejor de cada músico... de cada instrumento; armonizando tonalidades que sugirieran y despertaran sentimientos y emociones.

      Conocía con precisión cómo debía sonar cada instrumento y en su mente cómo podía sonar el conjunto. Sabía que sus músicos confiaban en él, en su profesionalidad. Se veía haciendo llegar mensajes sin hablar, instruyendo sin forzar, aunando esfuerzos y armonizado el conjunto como unidad, sin tensión... coordinando la fluidez del conjunto. Conociendo la partitura, daba entrada cuando correspondía a cada cual, con precisión, extrayendo lo óptimo, para ofrecer un bello concierto... concierto de voluntades.

      Era su manera de aunar sueños, amándolos.

 

“El mejor bien que podemos hacer a otro

 no es comunicarle nuestra riqueza,

 sino ayudarle a descubrir la suya.”

 Epicteto

 

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“Me encontré frente a un muro

y en el muro un letrero:

‘Aquí empieza tu futuro’.”

Octavio Paz

 

      Una alumna preguntó un día a su maestra:

      - ¿Para qué enseñas?

      - Seria poco humilde decirte que pretendo ayudarte a descubrir horizontes. Sé que nadie libera a nadie, en la esencia de la libertad, aunque todos somos luz unos de otros. Ese es nuestro patrimonio. Esa es nuestra soberanía. La fe nos mueve, la esperanza nos empuja. La aceptación de este principio nos compromete a elevarnos, como guías, como formadores... sabiendo que nos liberamos en comunión, sin muros, en un eterno presente. Esta Escuela, en la que todos estamos inmersos, es un asomarse a la Vida; es un querer hacernos conscientes de las experiencias vitales que descubrimos en la ecuanimidad de nuestro sincero deseo de entendimiento. Es tu privilegio y el mío compartirlo. Invitación a un caminar, sabiendo que tu espíritu conoce las respuestas. Instrumentos tú y yo de otros designios, que a la vez nos guían. Somos un propósito, que a la vez mueve otros proyectos. Vivimos un aprendizaje, en cada intuición, de lo que somos y hacia dónde caminamos. Cada experiencia que compartimos nos acerca a ser conscientes del propósito de Vida...

      La alumna se retiró en silencio, pero huelga decir que no entendió nada: Las preguntas y las respuestas caminaban distintos derroteros.

      El principio de Generación respetaba inquietudes.

 

“El viaje por el tiempo

hacia el interior de la mente

el alma y los sentimientos

es algo que todos compartimos.”

Brian Weiss

 

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 “La educación

es el desarrollo en el hombre

 de toda la perfección

 de que su naturaleza es capaz.”

 Kant

           

      Reflexionaba sobre sus métodos, contrastándolos con otros pedagogos. Un camino para desaprender y redescubrir:

 

      “¿Verdad que no se hace beber al caballo que no tiene sed?

      Pero cuando haya comido hasta saciarse, o arrastrado el pesado arado, volverá por sí mismo al estanque familiar y entonces, podréis tirar del ronzal, gritar o pegar... el caballo beberá hasta no tener ya sed, después se marchará calmado.

      (...)

      Si vuestro hijo no tiene sed de conocimientos, si no le apetece en absoluto el trabajo que le presentáis, será también una pérdida de tiempo “entonarle” al oído las demostraciones más elocuentes. Es como si le hablarais a un sordo. Podéis adular, acariciar, prometer o golpear, el caballo no tiene sed. Desconfiad: con vuestra insistencia o vuestra brutal autoridad corréis el riesgo de suscitar en vuestros alumnos una especie de asco fisiológico hacia el alimento intelectual y tal vez taponéis para siempre los caminos reales que conducen a las profundidades fecundas del ser.

(...) Suscitad una llamada desde el interior hacia el alimento deseado. Entonces los ojos se animarán, las bocas se abrirán, los músculos se agitarán. Hay aspiración y no atonía o repulsión. Las adquisiciones se hacen en adelante sin intervención anormal por vuestra parte, a un ritmo que no tiene una medida común con las normas clásicas de la Escuela.

      Todo método que pretenda hacer beber al caballo que no tiene sed es lamentable. Todo método que abra el apetito de saber y aguce la poderosa necesidad de trabajo es bueno.” (1)

 

(1) “Parábolas para una pedagogía popular” (Los dichos de Mateo) Celestin Freinet Ed Laia 4ª ed. 1977 pgs. 28, 29.

 


(Extraído del libro: “Volar sin batir las alas” de Miguel Oller Gregori)



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